domingo, 13 de abril de 2014

Hablemos de la inseguridad.

Me levanto todos los días de forma indiferente, evito con cautela el espejo que fríamente suele mostrarme lo peor de mí; como mis profundas ojeras, mis vacíos ojos cafés, mi cabello enmarañado. Recuerdo cuando intentaba sonreírle y me devolvía una imagen bastante patética. Decidí que no merecía la pena encararlo, cada intento resultaba fallido. No necesito que las lágrimas me acompañen a diario, de verdad. ¿Has visto la manera en que me miran? Me escudriñan, me comen con los ojos y deseo que la tierra me trague. ¿Por qué yo? Ojalá fuera invisible, ojalá dejara de existir.

  Siempre cabizbaja, siempre evitando miradas con miedo a hallarles un dejo de evaluación hacia mí. Cada maldita noche me tengo que tragar mi dolor. La cara siniestra de la inseguridad me visita sin falta en la madrugada, entre murmullos incoherentes que atacan mis oídos hasta lograr desquiciarme. Qué horrible es descubrir que los monstruos no se encuentran bajo mi cama, sino que viven dentro de mí alimentándose de mi desconfianza, de mi odio a mí misma. Y cuando creo que toqué fondo descubro que siempre puedo caer un poco más. En mi mundo cualquiera es perfecto menos yo.

  Los observo tan alegres, tan completos que me colmo de envidia; sus sonrisas hermosas, sus ojos azules o verdes, su frente en alto, su manera de demostrar que no hay nada que pueda superarlos. No temen ser juzgados pues poco les importa la habladuría. ¿Por qué yo tengo que ser tan débil? Tan vulnerable... y tan pequeña. Quisiera hacer resonar mis pasos ante la cruel sociedad, reír en toda esquina en lugar de sollozar, mostrarme tal y como soy en vez de esconderme bajo las sábanas, bajo el manto protector de la noche. Desearía ser lo suficientemente fuerte como para considerarme la mujer más hermosa que ha habitado la tierra. Quisiera creerles, lo juro. Fuerza superior: hazme vivir un poco más cerca de las estrellas, o mejor aún, conviérteme en una de ellas. Quiero que alguien me observe desde abajo y se maraville de mí.

  Porque no encuentro mi propia luz en este cuerpo, porque mi espíritu intenta huir aún estando encadenado a esta piel, porque no me siento viva, porque quiero dejar de lastimarme, de rasgar mi piel intentando encontrarme, porque no pertenezco aquí. Es la única explicación que encuentro a tanta angustia por no sentirme perfecta, ni siquiera un poco linda. ¿Por qué dios me dio estos ojos que lo distorsionan todo? Siento que conforme transcurren las horas me apago más, y eso me hace feliz. Esa idea me da paz.

  Paren de gritarme, dejen de mirarme así. Espejo, no provoques que te observe durante mil horas intentando deshacer mis imaginaciones y verme de verdad, ver a la persona real. Más que matarme, me destruyen.

  D i s i m u l a,  a q u í   n a d a  p a s ó.

http://youtu.be/qAzbC6syQK0