Hoy no estarás
aquí, me duele. Hoy por fin puedo darme cuenta de todas las vueltas que ha dado
mi vida, que debo avanzar pues ya nada jamás volverá a ser como antes. Ni tus
besos, ni tus cálidos abrazos. Navidad, que acompañan mis blancas luces en cada
habitación, me coloco tus suéteres como si todavía fuera una adolescente. El
frío cada vez es más cruel, pero sobrellevo las cosas con una taza de café con
mucha azúcar. Y duermo con mis gatos como si fuese un día cualquiera, ellos se
convierten en caracoles de distintas formas y colores, en ese momento puedo
sentir esperanza, puedo ver llegar un rayo de luz a mi corazón de témpano.
Siento que mis huesos se encienden, y le pido al ser superior que se lleve
lejos tu recuerdo, le entrego a él todo el amor que siento por ti, se lo
entrego y dejo en sus manos mi dolor, le ruego el entendimiento de que no
volverás. Debo dejar de vivir en el pasado. Pensar en mí, como dice mamá,
pensar en mi salud mental deteriorada, el sol también va a salir para mí, sólo
si me entrego con las fuerzas que aún me quedan. Ruego, luces de navidad,
guíenme a la salida más próxima, a la valoración de lo que todavía tengo
conmigo. Sé que la soledad es buena compañía en el dolor del crecimiento
espiritual, con el olor de los libros más viejos, con la salvación salvaje de
mi imaginación, del arte. No quiero olvidar otra vez mi amor al arte, el que me
mantiene en el mundo de los vivos. A ti, gracias por amarme, y gracias por
haberte ido, por haberme demostrado todo lo que me hace falta hacer por mí. Me
urge amarme como otros me han amado, y devolverle a la vida los regalos que me
ha dado. Mi familia está aquí, y aunque el aroma de tu piel me abraza, sé que
debo dejarte ir. Luces de navidad, no me abandonen en la lucha. Todavía me
falta un poco más.