jueves, 14 de mayo de 2020

De los encuentros con nadie

Mi mundo sólo puede ser representado por la adicción, adicción a vivir en el dolor. Como un amor impropio hacia la oscuridad, o más bien, una resignación. Sí, probablemente sea eso, llana resignación a una vida de mierda.

Quisiera pensar diferente, quisiera ser una persona apasionada, quisiera tener las fuerzas para luchar, pero cada día que paso siento como llega el final de todo, mi ascenso a la oscuridad, al olor putrefacto de la depresión, sin ganas de levantarme de la cama, idiotizándome con libros, con películas, con música. Perdiendo el tiempo, tal vez, pero siendo realista ya ni siquiera temo al tiempo. Porque cada vez entiendo mejor como mi destino está marcado por la sangre, los gritos, el olor a alcohol, cientos de pastillas para cada cosa, tan sólo para no suicidarse.

Estoy agobiada, me ahogo pero no logro morir, tan sólo la sofocación se burla de mí. Y el demonio frío no me deja sola nunca, ni siquiera en la ducha encuentro la relajación de la soledad, siento su presencia sobre mis oídos, diciéndome una y otra vez todo lo que está mal. Y cómo no, recordándome que debería dejar de comer para siempre, morirme de hambre sería una conclusión irónica.

Sé que la ayuda no va a llegar, porque ya no puedo creer en falsas promesas, en palabras vacías, pero no puedo culpar a nadie. Soy yo, y la vida que me tocó vivir, soy demasiado débil para enfrentarla y mi única valentía ahora es aceptarlo al fin.

Nunca merecí los amores que llegaron, pues siempre me esforcé en encontrarme mal, en acabarlo todo mal. Enfermizo. Tampoco los amigos que tuve, ante los que sólo desaparecí para esconderme del mundo real. No puedo culpar a nadie, obtuve lo mejor de cada amor y de cada amistad. Me quisieron bien pero no pudieron curar lo que ya estaba muerto, podrido.

Así nos tocó, en soledad, como perdida en el cosmos, rotando, alejándome, ausentándome poco a poco. Sólo con la fe de cerrar los ojos sin lastimar a nadie más. Ojalá pudiera ahorrar el sufrimiento de la gente que me queda, pero no puedo hacer nada. Y sigo aquí, recostada oyendo quién sabe qué, adormecida, dopada. Lamento no ser capaz de confiar en las personas, lamento no poder gritarle al cielo mis sentimientos. Soy otro caso perdido.

 

 

12/05/20