domingo, 2 de agosto de 2020

Vainilla y madera

¡Qué insoportable se me ha vuelto no escribir sobre él! 
Evitarlo como fingiendo que nunca existió, como si yo jamás lo hubiera amado. Y lo amé trastornada, hablando de infinitos; lo único que nadie puede quitarme es ese hecho, lo amé con la ternura de mi corazón equivocado, con todos los errores de mi inmadurez. 

Quiero creer que su recuerdo se fugó de mí, que no duele, como si nunca hubiera imaginado futuros a su lado, conquistando uno solo de sus besos. Mi cerebro me pide que escriba de él, que lo eternice en mis palabras, plasmando cómo fue, para no olvidar, no quiero olvidarme de él. 

Al amarme él me quería yo, lo siento, no puedo engañarme, ni serme desleal fingiendo ser más fuerte, aún no he logrado amarme y no sé si lo logre algún día. Pérdida tardía pero igualmente dolorosa, en esos días de febrero por primera vez un hombre me supo querer con toda su alma, y no puedo negar cuánto luchó para quedarse, antes de que yo decidiera mandar todo al carajo. 

Fue un amor verdadero, sin embargo, de papel. De un millón de letras de amor que olían a vainilla y madera. Una vez me salvó, volviéndolo eterno en mi memoria, con una habitación permanente en mi pecho. Hay una certeza cruel, jamás volveré a conocer un amor como aquél.

Lo sé, me resigno con valentía, y no te olvido aunque el mundo que llevo dentro no pertenezca a tu universo.