viernes, 13 de diciembre de 2013

Acepto

A veces parece que todos los poemas existen para hablar de él. Se refieren a sus ojos cafés, a su sonrisa cálida, a sus labios finos, a su cabello negro y alborotado. Todos los poetas logran que mi corazón enloquezca de amor y anhele aun más el besarlo, abrazarlo para soltarlo jamás.

¿Has visto el suave movimiento de sus labios cuando dice mi nombre? Es arte, es poesía. Me trastorna, me confunde, me atrapa. Jamás imaginé que podría ser provocada por alguien de este modo, nunca creí que él existiría.

Hasta el olor de las flores relaciono con él, hasta el canto desesperado de los pájaros. El amanecer, el anochecer... Toda la vida que me rodea le pertenece.

Él es mis letras, mi música, mis trazos, mi sonrisa, mis libros; está clavado en mi memoria, en todo lo que hago, en cada uno de mis fragmentos.

martes, 3 de diciembre de 2013

Sonatina

La princesa está triste...
¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan
de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que
ha perdido el color.
La princesa está pálida en
su silla de oro,
está mudo el teclado de su
clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se
desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo
de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice
cosas banales,
y vestido de rojo piruetea
el bufón.
La princesa no ríe, la
princesa no siente;
la princesa persigue por el
cielo de Oriente
la libélula vaga de una
vaga ilusión.

¿Piensa, acaso, en el
príncipe de Golconda o de
China,
o en el que ha detenido su
carroza argentina
para ver de sus ojos la
dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de
las rosas fragantes,
o en el que es soberano de
los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de
las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de
la boca de rosa
quiere ser golondrina,
quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el
cielo volar;
ir al sol por la escala
luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los
versos de mayo
o perderse en el viento
sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni
la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni
el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en
el lago de azur.
Y están tristes las flores
por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente,
los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y
las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los
ojos azules!
Está presa en sus oros,
está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del
palacio real;
el palacio soberbio que
vigilan los guardas,
que custodian cien negros
con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y
un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila
que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La
princesa está pálida.)
¡Oh visión adorada de oro,
rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra
donde un príncipe existe,
(La princesa está pálida. La
princesa está triste.)
más brillante que el alba,
más hermoso que abril!

-«Calla, calla, princesa -
dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia
acá se encamina,
en el cinto la espada y en
la mano el azor,
el feliz caballero que te
adora sin verte,
y que llega de lejos,
vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con
un beso de amor».

Rubén Darío.