domingo, 23 de octubre de 2016

Celda

Tengo prohibiciones extrañas,
nadie dice nada pero yo decido que no.

Hay una voz dentro de mí,
no la puedo callar, no puedo.
Esa voz exclamó: basta, yo decido cuánto más.
Y las pastillas suelen silenciarla,
no siempre, no.

Soy una viajera desprotegida,
soy...soy... a veces me siento nada.
Porque la voz exclamó: ¡no eres nada!
Cuesta respirar, el corazón se aflige.

La vida me ha prohibido ser como los demás,
los veo y encuentro tan lejos,
 Demasiado lejos.

Fuera de mí, se desenfocan todos;
y sólo veo y pienso...
el agua y la comida.

El caos y la perfección se unen para siempre,
la alegría y el odio enardecen,
estoy furiosa, hay demasiado coraje.

Y esa es mi historia diaria.

viernes, 14 de octubre de 2016

Después del llanto, reía

No puedo hacerme entender, aunque los datos arrojen las verdades más próximas. No puedo cambiar la percepción de los ojos ni la perspectiva del alma.

Aunque todo haya cambiado y aunque las personas insistan día tras día... No es una tragedia novelesca, el espejo no ve falsedades... Es que te falta ver más allá de lo que parece, y creo que jamás podrás entenderme.

Ojalá pudieras ponerte en mi lugar, para entender por qué el espejo me muestra las cosas que más detesto, por qué a pesar de saber... Aún no sé. Por qué a pesar de ver los números siento que todo es como antes. Que mi imagen es la misma, que por más que intente jamás podré deshacerme de esa imagen perversa de la burla, de la humillación y del rechazo.

Es difícil olvidar lo que fue, lo que fui. Todas las palabras acumuladas, el dolor oculto en sonrisas, el llanto en silencio dentro de la habitación. Sentirse desprotegido dentro de tu propio hogar.

¿No puedes comprender cómo es que cada espejo es diferente? Que en los días optimistas encuentro belleza, esplendor. Y que a los días tristes sólo les rodea imperfección y mucho... Mucho dolor.

Gestos lastimosos, susurros espectrales. Hay un cierto eco que lo repite todo, y una sucesión de imágenes que no paran de atacar mi cabeza, rasgan mi espíritu con lo peor de mi pasado. Quisiera poder regresar sólo la confianza de saber que no iba a importar nada.

Porque aún con aquella carga sabía enamorarme, porque aún con aquellos infiernos sabía disfrutar de los días. Yo después del llanto reía. ¡cuánto reía!