miércoles, 20 de noviembre de 2019

Delirio nocturno

No sólo apareces tú a modo de recuerdo mal invocado, también llega el miedo de lo que me espera en un futuro cercano, del sufrimiento de una enfermedad mental que se me clavó hasta los huesos, aparecen mis ganas de terminar con todo, mi deseo ferviente de ser como todos exigen que sea. 

No sólo se me viene tu mirada de golpe, también debo dar la bienvenida a la ansiedad que conmigo da vueltas en la cama, la llegada del demonio sin nombre, que transforma mi vida en un cuento de horror. Ojalá no me hubiera tocado ser yo aunque tuviese que haber sido nadie, prefiero mil veces la infinidad de la inexistencia, el gozo de lo inexacto, de todo lo que no se puede ver, nacida en un nido de estrellas con la luna como mi madre. La oscuridad es fría.

Ahora lo sabes, que te extraño tanto como le tengo miedo a mi propio existir, como le tengo respeto al demonio que me acompaña todos los días, él que nunca se va. Seguramente hasta la muerte. Y son pocas las cosas que me ayudan a olvidar, pero todo lo bueno se va cuando anochece y mis ojos rojos no concilian un sueño que repare, más bien el daño se vuelve más grande. Y todo lo malo crece, y crece, y crece... Me siento cansada en este mundo en el que no estás tú, en el que las cosas salen cómicamente mal, en el que la noche me envuelva como una sábana de hielo, con la que muero sin morir, en un intenso dolor. 

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