domingo, 31 de octubre de 2021

Del victimismo

No soy lo suficientemente buena para seguir haciéndome la víctima, siempre girando las ideas sobre mí, como si mereciera acaso el perdón de un dios en el que no puedo creer por más que lo intente. Me ahogo con mis propias lágrimas, revivo mis traumas y dejo que hagan eco en mi pecho vacío una y otra y otra y otra vez.

Estoy cansada de estar hastiada, ya no quiero re victimizarme. Me estoy haciendo daño casi de manera deliberada. Soy cruel conmigo misma como creyendo que voy a ser rescatada. Esos tiempos se acabaron y ya nadie cree en el príncipe y su imponente corcel. Las mujeres a las que admiro probablemente se decepcionarían de mí. Mi mente está en el pasado, mi cuerpo aún quiere ser curado. Todavía tengo ganas de que un ajeno hombre toque con la yema de sus dedos las cicatrices de mis brazos, con amor. Qué vergüenza.

domingo, 24 de octubre de 2021

Sobre la existencia del espíritu

La respuesta que arroja mi cerebro es: No. El espíritu no existe. 

Sin embargo, la metáfora del corazón me pide en lágrimas que crea que lejos de este cuerpo lacerado existe algo más. Que dentro de mí hay un alma cristalina, y esa pureza se refleja en una belleza idónea. Estoy cansada de luchar contra mis ideas enfermas del logro de la estética física. ¿Por qué no puedo abandonar esa mediocre superficialidad?

Por eso, digna soñadora, imagino en mi espíritu un ángel de paz y de luz, que irradia todo lo que lleva encerrado en este cuerpo durante veintisiete años. Y cuando muera, mis estrellas romperán mis costillas, y alcanzarán lejanos universos. Como un cuento fantasioso e irreal.

Ojalá existas dentro de mí, ojalá esto no sea más que una coraza, y que al morir encuentre el lugar que en este mundo tedioso jamás hallé. 

martes, 19 de octubre de 2021

Y lo que pasa factura se ríe de mí en la madrugada

¿Por qué cuándo somos tan menores de edad somos incapaces de sentir empatía por los demás? Sé que estoy generalizando, pero en mi experiencia adolescente (repudiada palabra) siempre brindé lo más patético de mí. No me malentiendas, sé que sufrí, por algo soy lo que ahora soy. Pero no en todos los escenarios era la víctima, mientras exigía amor también fui victimaria. También herí y me burlé de la baja autoestima de alguien más. Probablemente disimulé, pero por dentro al odiarme dañé a todas las personas que en algún momento vieron refugio en mí.

No soy una mala persona, pero fui una joven que utilizó sus herramientas para destruir a los demás. Y ciegamente en ese entonces creí que era inocente ¿Cómo no iba a serlo? Si despertaba en charcos de sangre y vendas entremezcladas en mis brazos. ¿Cómo no iba a serlo? Si dejé de alimentarme para obtener la aprobación de los demás. ¡Qué ceguera tan cínica! Mis decisiones las pagaban los otros, mis heridas eran el ancla del miedo al abandono. Sí, niña manipuladora y tonta. 

Las pesadillas se burlan de mí hoy, ya no soy una adolescente, adulto pagando sus culpas con lágrimas, arrepentimiento y mucha soledad. Ahora puedo ver que los demás no orbitaban alrededor de mí, que las personas no eran permanentes ni de acero. Los amigos y los amores se cansan, y sobrellevan sus propios traumas de la infancia. Todos la pasamos mal aquí.

Tal vez no soy igual, pero para algunas cosas también debo de entender que el tiempo y el cuerpo me entregan factura, no puedo huir porque la vida funciona así. Hasta de lo que me creía inocente voy a tomar la deuda.