Me gustan las mariposas negras, es como si nos entendiéramos, rechazadas y al mismo tiempo libres de volar.
Otra vez hay sangre en las sábanas, en el suelo, en vendas escondidas bajo el colchón; y una felicidad momentánea. Lo acepto, disfruto haciéndome daño. El aroma es tan familiar, la sensación de escozor, y un millón de mariposas negras salen de la abertura de mi piel, parece una cascada. Y es increíble, casi como estar drogada. Escuchemos a Ed Maverick y olvidémonos un rato de la vida y sus circunstancias grotescas.