Parece mentira,
me perdiste y me duele más a mí que a ti. ¿Cómo es posible que me duela más a mí que a ti? Tu abandono me destrozó la infancia y la adolescencia, por más que
lo intento no puedo recordar un solo momento que te sintiera cercano a mí, que tu
corazón se preocupara por mí, por mi dolor, mis inseguridades, miedos que yo no
creé… fuiste parte del problema y aún así nunca dejé de buscar tu aprobación.
Yo te amaba sin condiciones, te creía cada una de tus palabras, tuve fe en ti y
me fallaste. Nos fallaste a todos.
No puedo dejar
de sobrepensar y creer que te sientes tan sólo un poco culpable. Ese es el
patrón de violencia, me han dicho, que viví atrapada en una burbuja en la que
creía que tus maltratos eran normales, que me los merecía… Porque era torpe,
porque era inútil, porque era gorda. Creaste en mí este TCA, las autolesiones… Te
valió. ¿Por qué te fue tan difícil amarnos? ¿Por qué era tan difícil tratar a
tu familia con el amor obvio que se me enseñó que debe dar un padre? Ojalá me
hubieras mirado a los ojos, cobarde, para decirme que no me quisiste nunca y
que jamás me ibas a ayudar, hubiera sido más fácil entender esta falta de
cariño, y dejar de buscar en ti lo que no existió nunca.
El amor no está
en ti, no habrá abrazos, no habrá disculpas, no habrá jamás un verdadero incondicional
en ti, como en la mayoría de los padres. Me hiciste una víctima, no me da pena
decirlo, pero es el momento de dejar de serlo, lo que sí habrá será justicia.
Aún con miedo, afrontaré tu presencia para conseguir lo que nunca tuve, salud
mental. Lo que me arrebataste, la seguridad, la protección, el cariño, tus oídos
cuando me sentía triste, tus manos para curar las heridas que me provoqué…
Ayudarme a limpiar la sangre.
Sangre, sangre,
tú qué sabrás de eso. Lamento decirte que solo te quedarás, y en mí aunque haya
perdón y libertad del rencor, no habrá piedad, te quiero lejos de mi vida,
perdiste tu oportunidad de salvar a tu familia, la que te dio una y mil
oportunidades. No te odio, pero te quiero lejos de mí, no quiero escuchar tu
voz, no quiero ver tu rostro, no me interesa enterarme el día que faltes. Y aún
así, lo juro, te perdono.