domingo, 5 de junio de 2011

Amor entre amigos


(Versión Sofía)

*Desde hace tiempo siento algo por ti, pero no sé como decírtelo, no quiero arruinar todo lo que tenemos. Te conozco desde hace mucho tiempo, y desde el principio te mostraste muy tierno conmigo. ¿Quién lo diría? Me tienes aquí temblando con cada palabra que dices. Tengo miedo a perder tu amistad, pero debo decirte que te amo.*

Lo tenía preparado, cada noche desde hace mucho planeo decirle eso a la primera oportunidad que se me presente. "¡Tu puedes! ¡Díselo!" me decía constantemente frente al espejo. Pero cada que estaba junto a él todo se me hacía más difícil, mis movimientos y mis palabras se hacían torpes, no sabía que decir ni que hacer, lo único importante era estar a su lado, hacerlo reír, lo demás no interesaba.

- Y ¿Cómo te fue hoy? - era lo que siempre le decía casi automáticamente

- Bien... todo normal, ¿y tú cómo estas? - contestaba gentilmente, como siempre.

- Todo muy bien... - me armé de valor - estuve pensando en ti - lo mire fijamente a los ojos

- ¿en mí? - Dijo muy sorprendido, se ruborizo.

- sí, ¡en ti! - moví bruscamente la cabeza - quiero decir... en las cosas que podríamos hacer hoy... tu y yo - me ruboricé yo también.

- ¡Oh! perfecto... entonces ¿que se te ocurrió? -

- pues - empecé a inventar mil cosas para despistarlo - ir al parque, por ejemplo - traté de calmarme.

- ¡Ya está entonces! Eso es lo que haremos hoy - sonrió

Nuevamente me había librado de decirle lo que siento. Nuevamente me quedé como una tonta con mis sentimientos reprimidos. ¿Por qué es tan difícil decirle a alguien lo que sientes? ¿Por qué? ¿Por qué tuve que enamorarme de mi amigo? No lo tenía planeado, ni siquiera ahora lo acepto, pero así es. Entonces vino un recuerdo a mi mente:

- Ricardo, ¿me quieres? - pregunte con la pequeña esperanza de escucharlo decir un "Te amo"

- Sí, claro... amiga - "Amiga" Esa palabra tan linda y tan desesperante desde hace unos meses, odiaba que me llamara así.

Tenía que hacer algo pronto. Ricardo es un buen chico, de esos que ya no hay. Por ello nunca estaba solo. Siempre lo rodeaban muchas otras chicas, pero siempre tenía tiempo para mí. Eso era lo que más amaba de él.

[Versión Ricardo]

Y ahora ¿Qué? Enamorado de mi mejor amiga... ¿Qué solución hay para eso? desearía encontrarla. No es que no la quiera, ni que me arrepienta de hacerlo, es sólo que temo su rechazo y que todo cambie después de decirle todo lo que siento por ella. La conozco desde hace mucho, sé muy bien como es. Y porque la conozco sé que no sería lo correcto decirle lo que siento, ella cambiaría mucho conmigo, nada sería igual.

- Ricardo, ¿me quieres? - Preguntó hace tiempo

- Sí, claro... amiga. ¿Tú me quieres a mí, Sofía? - respondí esperando escuchar algo más.

- Si. Eres mi mejor amigo... ¿cómo no quererte? -

¿Y si me rechaza? He tomado la iniciativa en anteriores relaciones, pero nada como esto. Había mucho que perder esta vez. Esperaba a que ella se diera cuenta de lo que siento, pero al parecer soy muy bueno disimulando, o simplemente no se quiere dar cuenta. Quizá ya lo sabe... pero no me quiero hacer falsas ilusiones. Debo hacer algo pronto. Nada dura para siempre, si ella ya sabe lo que siento y espera a que yo se lo diga, tengo que hacerlo antes de que se aburra de mi.

(Versión Sofía)


Pasar tiempo con él, eso era lo que más amaba hacer en el mundo, sentirlo tan cerca a pesar de que amorosamente estuviese tan lejos y me llenara de dudas constantemente. Realmente amaba a este hombre, secretamente la luz de su sonrisa causaba sensaciones infinitas en mí, de esas que creía que no existían mas que en las novelas que tanto me gustaba leer o escribir.

Aquella tarde saliendo de la universidad me cite con él en las afueras para que fuéramos al parque, tal como lo habíamos planeado inesperadamente, pues se suponía que yo le confesaría mi amor por él, pero mi cobardía pudo más que mi valor y ahora tenía que verlo a los ojos con este miedo interminable. Era una clase de masoquismo, ¿no?


Llegamos al parque, el tomaba mi brazo derecho como siempre lo hacía, y las mariposas en el estomago comenzaban a llegar a mi garganta y empezaban a querer asfixiarme junto con el tambor que ahora era mi corazón.

-¿Te encuentras bien? – Me preguntó Ricardo repentinamente, paralizándome por completo. ¡Rayos! He sido demasiado obvia.

-Sí, perfectamente – me reí nerviosamente - ¿Por qué?

-Estas helada y no has dicho ninguna palabra.

-Am, eh…si, lo siento…he tenido algunos problemas escolares – Me excusé.

-¿Mucha exigencia verdad? –Asentí – Tranquila ya casi acabas tu ultimo año, eres una persona muy inteligente y sé que lograras todo lo que te propongas – Dijo derritiéndome con una tierna sonrisa que no pude evitar devolver animadamente.

Llegamos al parque, como dos pequeños niños nos colocamos en unos viejos columpios, compitiendo infantilmente a ver quien alcanzaba a llegar más alto. Risas bromas y platicas absurdas con el eran mi felicidad, repito, pasar tiempo con Ricardo era lo más increíble que podía pasar, y las horas pasaban rápidamente a su lado.

Hubo un momento en el que Ricardo se dejo de columpiar mientras yo me llenaba de risas y se quedo un largo minuto observándome de arriba abajo, mis mejillas se enrojecieron instantáneamente.

-¿Qué tanto me miras? – Dije fingiendo frustración.

-Nada, eres muy hermosa…amiga – Dijo sonriendo y yo me empecé a reír.

-No digas tonterías – Dije haciéndome la tonta - ¿Te golpeaste la cabeza? – Ambos reímos.

-No lo creo – Dijo y me miro tiernamente a los ojos.

-¡Alcánzame si puedes! – Grite repentinamente exaltada, huyendo y corriendo rápidamente lejos de él y de sus penetrantes ojos.

(Versión Ricardo)

Solo bastaba mirar aquella hermosura inalcanzable para sentirme dichoso, ¿Cómo es que no había notado antes ese cuerpo tan perfecto que mi mejor amiga poseía? Esa mirada juguetona cuando reía, esos ojos intensos y enormes que me miraban extrañados, ese cabello que caía como cascada sobre sus delgados brazos. Mi pequeña Sofía, tarde me di cuenta de cuánto la amaba. Se movía como una niña sobre ese viejo columpio, como una diosa.

-¿Qué tanto me miras? – Dijo Sofía pillando mi observación.

No pude evitar hablar con sinceridad, era imposible mentirle esta vez, no me importaba lo que pensara después de que lo pronunciara.

-Nada, eres muy hermosa…amiga – Sonreí aunque por dentro me golpeaba los miembros cada vez que le decía ‘amiga’.

-No digas tonterías, ¿te golpeaste la cabeza?

-No lo creo – le contesté perdiéndome nuevamente en su preciosa mirada, envolviéndome en la felicidad de su personalidad, con ella todo era espléndido, podía contar con sus consejos, su amor, su apoyo, era la chica perfecta, aunque tal vez no para un imbécil cobarde como yo, que daba una imagen de seguridad y que no se atrevía a decirle cuanto le gustaba y atraía como mujer.

-¡Alcánzame si puedes! – Grito ella antes de privarme de su exquisita belleza. Yo me empecé a reír fuertemente suspirando, después comencé a correr hacia ella, a alcanzar su corazón.

Carta suicida de Pepe (Para la novela 'Amor inesperado, lugar inimaginable')


"No provoco mas dolor" - Para: Yezze.

Yezze, quisiese decir tantas cosas pero las palabras forman un huracán sin fin dentro de mi cabeza. ¡Estas manchas de dolor y rencor no me dejan vivir! Incluso respirar se me ha hecho difícil y absurdo. He sido y soy una basura, lo tengo claro, y no merezco perdón alguno. En estos últimos infernales días mi sufrimiento se representó en un demonio, que juro, aún desconozco, mas me sigue acompañando a cada hora, a cada segundo, como un maldito verdugo. Plasmaré en tinta y papel mis memorias últimas y sabrás cuanto te quise y lo que alguna vez significaste para mí, agradezco tu irrompible fortaleza, perdóname por cada golpe recibido de mi pútrido ser completamente poseído, y embriagado por la furia, por cada trato insulso, por todo. A gran pesar de lo ocurrido, nunca olvides esos hermosos ayeres que viví a tu lado, aquellos días ahora empañados en su momento fueron increíbles, de alguna manera me despertaron. Tu fingida muerte me salvó la vida una vez, tu teatro macabro y sacrificio me hicieron miserable pero en parte así alcancé a conocer a un ángel de luminosidad con alas frágiles que por idiota he quebrado. Mi querida Yezze, nunca mentí cuando dije que te amaba, sí, te amaba. Y hoy te quiero tanto y me duelen tus heridas y en lo que te he convertido, disculpa el daño, desapareceré para librarte a ti y a mi ángel de mi borrosa existencia. Mi ángel, mi Corina, ¡Por favor dile cuanto la amo, dile que no soporto ‘vivir’ sin su luz! Dile que quiero que ella sea feliz con aquel hombre dichoso que probó sus intensos labios, pero dile también que ha respirar no estoy dispuesto sin ella. Yezze, cuando tú te fuiste me dejaste envuelto en el abismo de la depresión, todos mis días eran una pesadilla, pesadumbre, un infierno de ácido por tu ausencia. Nadie podía ayudarme Yezze, nadie me convencía de salir adelante. Creí que jamás recuperaría la sonrisa, creí que todo se había acabado para mí. ¡Yezze, no llores mas y ponme atención! Mi angelita transformó mi noche en luz, inesperadamente, curó mi piel con besos, secó mis lágrimas, iluminó mi mirada con su personalidad y la belleza de su delicadeza, endulzó mis días amargos, logró que recuperara la fe en mí. Me salvó en todos los aspectos. Sin ella en mi vida, la luz se desvanece, mi cuerpo y personalidad se desbaratan, se desmoronan y todo a mí alrededor se vuelve frío, en una caída interminable. Me ahogo, Yezze, no dejo de equivocarme, tú sabes lo que siento, tú más que nadie y no miento. Me he propuesto a liberar las cadenas de tu alma, Yezze, ya no irrumpirá jamás una lágrima en tu mejilla, ni en la de mi ángel, ni en los que creyeron en mí, ya no más. Perdóname por cada muestra de desdén, tú no fuiste la culpable de este error, lo fui yo por mi traición. Ya no causaré más daño, se ha acabado. Mis fuerzas flaquearon, yo no puedo con tanto dolor, de tener todo ahora no tengo nada. No se puede ser más miserable, ¡No se puede! Me despido, te quiero Yezze. No volveré a ver el brillo de sus ojos, ni sentiré la brisa recorrer mi cuerpo, ni el aire hinchar mis pulmones. El desconsuelo se acabará pronto, te lo prometo. ¡Dile a ella cuanto la amo! ¡Díselo! Dile que me perdone, que mi alma atormentada no soporta más esta viciosa situación, que prefiero las llamas del infierno a vivir sin su amor, dile que no deseo que haya culpabilidad en su corazón, que sólo me perdone y continúe con su vida que es mejor sin mí. Adiós Yessenia, adiós… ¡Se feliz, hazlo por ti!

Pepe.


viernes, 3 de junio de 2011

Mentalidad enferma del recuerdo


Las mismas canciones que suelen recordarme a ti. El mismo cálido viento rozándome y aquello me pinta el cielo de azul. El mismo verso rondando en mi cabeza una y otra vez. Las mismas inequívocas palabras de amor que reconfortaban mis días y mis largas noches. La misma escena de lágrimas me obliga a creer en el mismo hombre que rompió mi corazón, el mismo chico de ojos del color del carbón que se dedicaba a coleccionar mi aliento. Las mismas hojas que caen de los arboles con suavidad, aceptando alegremente su destino, danzando hacia el áspero suelo. La misma sensación de vacío cuando recuerdo lo lejos que estás, lo poco probable de poder llenarte de besos, el inútil pensamiento de abrazarte y asfixiarme con el delicioso perfume de tu piel blanca. Las promesas siguen ahí, jamás se marcharon, todas acamparon en mi alma esperando verte llegar. Las esperanzas siguen vivas, pero cada día fallece una. Sigo insistiéndole a tu estúpida remembranza, a tu sombra escondida bajo mis ojos. Al constante martirio de tu imagen nublándome la vista, abriéndome otra vez las heridas que ya creía curadas y llenándolas de agua salada. Y tu nombre increíblemente hermoso, tristemente doloroso se aferra a mi cuello y me ahoga. No digan su nombre, ¡No lo repitan más! Otro día en que me convierto en cenizas sólo por recordarte, sólo por no poder apagar aquella pequeña llama que me quema lúgubremente. Otro día de impotencia en el que por más que intento sacar de mí tu imagen no puedo. La gente no sabe que la sombra bajo mis cansados ojos no es causa del insomnio, es el tatuaje de tu ausencia. ¡Porque eso eres tú! La sombra bajo mis ojos es un homenaje a tu indiferencia, a tus ganas de mandar al demonio el amor que supuestamente sentías hacia mí, siéntete orgulloso querido amor efímero. Tus actos me transformaron en esto… ¿Qué no me puedes mirar a los ojos? Es verdad, no puedes. Inúndame con ese calor que sólo tú provocas y sácame de este infierno de decepciones si no quieres que te arrastre conmigo. Pérfida imagen de mi juventud perdida.