martes, 10 de septiembre de 2013

Llanto de libertad.

Como la ansiedad de mis noches eres tú. Imágenes rotas de esa semilla. Cada juramento y cada dolor. Los sollozos como un canto tétrico. El frío de mi corazón y la representación de mi angustia en las malditas ojeras, la hinchazón de mis ojos, las heridas en mis muñecas.

Ya no soy parte de lo que eres tú. Sueño tu presencia y me desmorono, me hago pedazos entregándome a una imagen distorsionada de ti. ¡De ti me ahogo, me entierro, me desgarro!

Te escribo porque es el único modo de acercarme a ti. Aquí plasmo nuestra historia de terror, los caprichos y pasiones que nos trajeron hasta aquí.
Existen capítulos de amor, pero al llegar a las últimas páginas, se halla rencor, desazón, y una descontrolada tristeza.

Idealizo porque no puedo hacer nada más, te imagino una noche cualquiera; recordándonos. Lanzas una mirada melancólica a las fotografías, y el cigarrillo danza entre tus dedos; tus labios me buscan, y aun sin encontrarnos nos observamos. Añoramos ayeres. Para después, sacudir la cabeza al mismo tiempo, y volver a lo cotidiano de nuestras vidas, separados.

Las estrellas reconocen mi historia, ellas me observan escribirnos en cientos de poemas. A veces creo que se burlan de mí, de mi absurda espera por lo que nunca más sucederá.

Entonces, las rosas sienten el amor que se me acumulo en el pecho y que escapó de mí, hecho lágrimas. Los pétalos son los recuerdos regados con ese llanto. El de libertad.

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