Le hablé con las mejillas encharcadas, llegué con el único propósito de descargarle mis inacabables dramas y tonterías. Le pido que me escuche, que entienda mi situación y que me aconseje. Y no es hasta que termino mis quejas y mi dolor, que tomo en cuenta el suyo. En una pregunta de falsa atención, le digo: ¿cómo estás tú?
Por primera vez es que le escuché, y noté con amargura que se parece enfermizamente a mí. Que se odia un poco, como me odio yo a mí. Que en ocasiones siente un enorme vacío en el pecho. Hoy lo dijo, colmándome de angustia y reconocimiento. ¿Por qué no me había dicho todo esto antes? ¿Tan egoísta le resultaba ser?
Jamás te descubriste así, ni me hablaste de tu inmensa depresión. Quiero escribirte a ti hoy. No a mi amor, ni a mis problemas; no a mis fantasías, ni a mis tristezas. Te plasmo en mis torpes letras para mostrarte cómo yo te siento.
"Creo que siempre estaré en soledad" Yo te quiero.
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