martes, 27 de mayo de 2014

Cuatro años hacia delante | Penúltimo capítulo

— Me voy con Phany. — anuncié a mis amigos.
— ¿Perdón? — dijo Cecilia.
— Eduardo — la ignoré dirigiéndome a mi amigo sin atreverme a mirarlo a los ojos. — Tú tenías razón. Por favor no me odies, no quiero perderte…
— Preciosa, te amo. Y siempre estaré cuando me necesites. Si tu felicidad es al lado de Ian yo no tengo por qué impedírtelo. Con tu alegría lo tengo todo, te lo juro. Estaré aquí si quieres volver a mí porque Ian es un idiota — ambos reímos.
— Eres un caballero, Eduardo. Estoy segura de que la persona que necesitas está más cerca de lo que imaginamos. Gracias por todo, no creas que te abandono, siempre serás mi mejor amigo, mi apoyo. Te quiero.
— Lo único que a nosotros nos importa es que no sufras — intervino Ángela — ¡Ve por él! Nosotros estaremos aquí esperándolos. 
— ¿De verdad? — lloré.
— Es una promesa — respondió Cecilia.
— Su viaje no se cancela, se pospone. Yo las cuido Ella. — sonrió Eduardo. — Phany, cuídala por favor.
— No tienes que decirlo. Voy a reconstruir todo lo que por egoísmo arruiné. Perdónenme todos, de corazón lo siento mucho.

Resolviéndolo todo, me fui con Phany para encontrarme con el amor de mi vida. Por fin volvería a besar sus labios sin sentir miedo, sin sentirme estúpida. Mi vida dejaría de ser un drama barato para convertiste en una hermosa realidad; estar al lado del hombre que amaba sin problemas, ni tragedias surgidas de la nada. Solo le pedía a dios que no fuera demasiado tarde, que no hubiera perdido el corazón de Ian para siempre. Si eso pasaba no sería capaz de soportarlo.

— ¿Phany?
— Dime, Ella.
— ¿Realmente Ian se puso tan mal por mi culpa?
— Más bien por mi culpa — corrigió — y sí, lo afectó mucho. Cuando se enteró de que te habías ido fue a buscarme. Vi al demonio en sus ojos, Ella. Le temí.
— ¿¡Te lastimó?!
— Oh no, los golpes que recibí ese día de él fueron meramente psicológicos. Lo merecía.
— Temo también ahora.
— ¿Por ti? Él jamás sería capaz de hacer nada malo en contra tuya. — dijo.
— No es eso. Temo por él. Siento un hueco extraño en mi pecho, no quiero que se haga daño.
— ¿Te refieres a…?
— Sí — susurré viendo cómo a mi acompañante se le ponía la carne de gallina.
— Tenemos que llegar ya.
— Aún nos quedan dos horas, ¡siento que voy a volverme loca aquí!

*Versión de Ian*

Este balcón es precioso, es uno de mis lugares preferidos. Me muestra una vista espectacular, desde aquí todos parecen un puñado de hormigas en el paisaje. Tan fáciles de aplastar, tan sencillos de destruir. Su vida se ve frágil a mi altura. El cielo me inunda cuando alzo la mirada, a veces parece que pudiera robarme un trozo de nube. Eso pensaba cuando era un niño, que podía alcanzar una nube y guardarla en un frasco para deleite mío. Ojalá fuera tan simple. Cuanto quisiera poder tocarlas, poder acariciarlas. Quiero dormir sobre las nubes para siempre. Deberían ser de algodón como en los cuentos infantiles. Yo debería ser un ave para escapar, para concentrarme en mi vuelo, para ser feliz. Sé que puedo si me lo propongo, sé que si me acerco un poco más lograré alcanzar mi cometido, solo tengo que estirar mis brazos, tengo que pararme de puntitas y cerrar los ojos. Lo demás vendrá solo, se acabará el dolor, se acabará el sonido molesto de los automóviles, el olor de la basura, las imágenes, los rostros de la gente. El rostro de Ella. Todo se reemplazará con el azul, un azul profundo. El aire me sostendrá, me crecerán las alas. No me equivoco, será real. Mi corazón me lo dice.

Te amo Ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario