domingo, 20 de septiembre de 2015

Él duerme

Te siento, más allá de cada minuto y cada kilómetro. Y no me importa cuántas veces te haya visto, ni las veces en las que dijiste adiós; de alguna manera las cosas se reducen a esto, al momento en que te siento cerca y hablamos de nada. Porque a veces incluso las palabras se desvanecen, dejando espacio al cierne de la ansiedad, esa que aviva y no ahoga. Esa que me haces sentir cuando me escribes. Sin importar lo que digo, borrando las últimas discusiones, solo apareces en forma de calor y anidas mi alma por segundos eternos. Antes odiaba que llegaras cuando te creía olvidado, y oh, amor de bruma, ahora lo adoro. Lo adoro.

  Eres sin importar las circunstancias y mi falta de horas. El tiempo apremia. Mi falta de descanso me habla de ti, al agotarse el cuerpo la mente lanza tu nombre fugaz, lo grita en mis oídos. No puedo dejar de soñarte, amor escurridizo, te escupe el subconsciente. Todos los días en que no estás también estás. Sabes que te necesito más allá de mis fuerzas.

  Hoy escribo para ti, haciéndome de un espacio que no me pertenece, perdiéndome de cosas que deberían importarme. ¿Por qué? Porque el corazón también apremia, y hace falta escribirte, me falta. Hay un vacío que hace eco en todos los días que no te sé, que no te dibujo. Llámale inspiración o basura acumulada. Los domingos son más que nunca de ti.

  Solo me queda esperar, viajando a las historias imaginarias u ocupándome de la vida real. Esperar a todo y también a nada. Aguardo paciente y tranquila, mientras leo, ahuyento lo amargo. Ya vendrás o jamás lo harás. Pero ahora soy paciente y tranquila. Le sonrío al reflejo. 

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