martes, 25 de agosto de 2015

Violín y agua

¡Cómo pierdo mi tiempo hablando de otras personas! 

Pero no he de negar que adore escurrirme de mí para fantasear con los demás. Es casi como leer una novela. Busco la inocencia en escenarios que deseo, los que no me pertenecerán jamás. A veces me hago creer que es mi vida la que vivo, la que escribo; cuando mi presente es muy distinto. Cuando en la habitación no hay más que el consuelo de la música y el colchón. Intento engañar a nadie, a todos. 

Cada vez que pruebo hablar con crudeza sobre mí termino inventándome desdichas de cuentos magníficos. Mi ciudad es aburrida, mis sentimientos son fríos, le grito a las paredes y al mismo tiempo sonrío para los demás. Paseo con el perro pensando en cada una de mis responsabilidades. No soy una película poética, no fumo todos los días, y en ocasiones me canso de los libros. Es válido aceptar las horas que puedo pasar viendo la televisión y burlándome de las estupideces ajenas. Cualquiera que quiera calificarme nunca logrará hacerlo mejor que yo. Entre los días y los meses; soy mi mejor juez.

Estoy segura que no abandonaré el vicio.  La adicción de intercambiar mundos es demasiado poderosa, ¿qué loco no desea afrontar la realidad tan dulcemente?

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