lunes, 30 de abril de 2018

Hasta que no caigan más mis hojas

Estoy cansada de los recuerdos, esos que martillean mi corazón. A cada maldito paso que creo avanzar las voces se encargan de decirme que en búsqueda de mi torre oscura he vuelto a comenzar.
Y es verdad, que me siento como el pistolero, emprendo al destino que se repite una y mil veces más. Aprendo las formulas, sin embargo, siempre vuelvo al mismo lugar. En compañía de recuerdos cada vez más hermosamente atroces. Fieros devoran mis esperanzas, ahogándome en la nostalgia, en la melancolía que me obliga a querer correr más rápido. Conozco el camino y sus piedras, y permito que mi cuerpo caiga en pozos cada vez más profundos. 

Los recuerdos no me abandonan, aunque los desvanezca con pastillas; todo es en vano. Siempre existe algún momento de soledad, angustiada porque cada día que pasa pierdo algo de mí, es como si mi alma se quebrara y solo mi carne mantuviese las piezas unidas. El dolor que llevo dentro de mí nadie lo puede ver, nadie lo puede comprender y yo no me puedo explicar aunque lo intente con todas mis fuerzas. Mi corazón vacío se aferra a la espera, al regreso de otra yo que podía rescatarme casi de cualquier cosa, otra yo que luchaba y abrazaba la esperanza del día que estaba por venir.

Quiero creer que ante mis problemas soy más fuerte, que llegará el día en que mi cerebro actúe de manera racional, y entonces las cosas vuelvan a su lugar. 

lunes, 2 de abril de 2018

Esquizofrenia natural

Aquí estoy de nuevo, aferrándome a la vida; intentado empezar desde cero.
¿Cuál es la raíz del problema? No entiendo cómo he sido tan ciega...
Después estás tú, pensando quién sabe qué, quién sabe en quién. Y yo me acomodo en el sueño de ti, extiendo las manos y puedo sentirte, lo juro.

Eres diferente, mis débiles esperanzas están puestas en la imagen de un nosotros. De pronto necesito de ti, parece como si ya conociera la forma en que puedes acariciarme, la manera en que puedes protegerme de mis malditos fantasmas. No sé qué decirte, pero te he soñado, y estabas recostado junto a mí... Éramos felices.

Confieso que me pareces único, que trato de no idealizarte, sin embargo, te espero; te me apareces en un mar de ciegos. ¡Estoy harta de la maldita gente que sólo escupe navajas! Ya no quiero estar sola y de una extraña forma añoro tu compañía. ¿Cómo te explico?

Perdóname por sentirme otra vez como una niña, te encuentro mi fe más grande; como aquel que lucha por no dar su último suspiro. No sé qué siento, pero te espero; ¡sé que es una estupidez! Y te espero, te espero, te espero...

Todavía escucho tu respiración cerca de la mía, y tus labios por rozar los míos, tú tocando lo poco que queda de mí. Y yo, intentando curar tus desdichas, vivo por un nosotros imposible, inexistente.