lunes, 30 de abril de 2018

Hasta que no caigan más mis hojas

Estoy cansada de los recuerdos, esos que martillean mi corazón. A cada maldito paso que creo avanzar las voces se encargan de decirme que en búsqueda de mi torre oscura he vuelto a comenzar.
Y es verdad, que me siento como el pistolero, emprendo al destino que se repite una y mil veces más. Aprendo las formulas, sin embargo, siempre vuelvo al mismo lugar. En compañía de recuerdos cada vez más hermosamente atroces. Fieros devoran mis esperanzas, ahogándome en la nostalgia, en la melancolía que me obliga a querer correr más rápido. Conozco el camino y sus piedras, y permito que mi cuerpo caiga en pozos cada vez más profundos. 

Los recuerdos no me abandonan, aunque los desvanezca con pastillas; todo es en vano. Siempre existe algún momento de soledad, angustiada porque cada día que pasa pierdo algo de mí, es como si mi alma se quebrara y solo mi carne mantuviese las piezas unidas. El dolor que llevo dentro de mí nadie lo puede ver, nadie lo puede comprender y yo no me puedo explicar aunque lo intente con todas mis fuerzas. Mi corazón vacío se aferra a la espera, al regreso de otra yo que podía rescatarme casi de cualquier cosa, otra yo que luchaba y abrazaba la esperanza del día que estaba por venir.

Quiero creer que ante mis problemas soy más fuerte, que llegará el día en que mi cerebro actúe de manera racional, y entonces las cosas vuelvan a su lugar. 

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