martes, 30 de abril de 2019

Adicción

Al dolor, somos adictos, a la angustia. Parece que la cercanía del infierno te hace vibrar hacia el éxtasis de los malos hábitos.

Nuestra tragedia es infinita, el quejido y el aplomo de mi insomne corazón. Todo es gris y nos es grato, como si para esto hubiéramos nacido.

El camino es largo y angosto, húmedo mi rostro. Mientras las cápsulas desfilan en mi garganta en un alegre ciclo de mentiras. ¡La falsa sensación de luz! Mi desesperanza camina en el grito del futuro.

Danzamos con el humo del tabaco, manzanas poderosas, aroma ebrio y metálico. ¿Hacia dónde cargaré la cruz de nuestros féretros? ¿Hacia dónde y hasta cuándo?

Mi mente adormecida me susurra que no hay marcha atrás, pues ya está hecho. Ya está hecho. Rodeados de negra ceniza, avanza la sombra de un ángel caído que se burla a carcajadas.

Me engaña con sus brazos abiertos hacia mí... Y yo le creo. Me gustaría decir que no hay más y que conozco ya todos los juegos de nuestro fuego interior.
Pero no, mientras rueda el tiempo crecen de golpe las olas sin tregua de una profunda tristeza.

Me dejo llevar, me dejo alcanzar, tendida y arrastrada por sus eficaces sacudidas.
Hermosa de necesidad, la adicción decora mis ruinas.

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