miércoles, 11 de marzo de 2020

Fármacodependencia

A decir verdad, no puedo recordar cómo todo comenzó. Sólo sé que la primera vez que probé esa maldita pastilla controlada, mi cerebro se hundió en una paz falsa que creí verdadera, me llevó a un lugar en donde no existían los problemas. Definitivamente era como estar muerta.

Al principio me sentí invencible, porque las píldoras eran prohibidas, ningún psiquiatra me las había recetado. Sin embargo, con el paso del tiempo las fui ingiriendo como dulces. Sí, como dulces. Hasta que llegó la abstinencia y las ganas de suicidarse.

Qué peligroso puede ser el mundo imaginario que hemos creado, porque del cielo nos entrega al infierno con una sonrisa en los labios. Y no me importo, me lastimo, me golpeo, me corto las muñecas. No sé cómo funciona exactamente el cerebro, pero sí sé que cuando me quedo sin mi exagerada dosis de pastillas, el mundo se quiebra. Mi cuerpo se rompe, y ver mi realidad es demasiado para mí.

Estas pastillas son una mierda, y poco a poco me consumen. Consumen mi cuerpo, me obligan a herirme, me quitan el poco apetito, y sólo deseo consumir para soñar.  Y pagar para soñar. Mi mamá siempre me ha dicho que cada acto tiene su consecuencia respectiva, y es tan sabia.

Ahora no puedo vivir sin ellas, cada vez que intento dejarlas es como abrir los ojos ante una pesadilla, una familia de drogadictos. Una vida de miseria emocional. Todo es pesimismo sin ellas, y cuando las tengo dentro de mí, la esperanza acontece y me logro engañar con que las cosas se arreglarán con magia. Que puedo vencer la adicción, que mis hermanos también lo harán. Que la solución caerá del árbol de mi ventana.

¡No! ¡No les creas! No es tan fácil, la vida es una guerra constante contra la belleza, el dinero, el equilibro, la salud mental, las ganas sólidas y limpias de vivir. ¿Cómo es posible que sólo tenga ganas de vivir cuando tomo estas pastillas tan pequeñas y de apariencia insignificante? Soy débil y adicta, y sé que necesito ayuda. 

Pero le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al suicidio, lo juro, sin mis pastillas sólo quiero morir. Y tengo miedo de dejarme caer en un descuido, lastimando a todos los que me aman. ¡no! ¡un fármaco no va a poder más que yo! No, no, no... por favor universo, cárgame en tus reales brazos, llévame a sueños sinceros, a seguridad, autoestima. A la pureza de un cuerpo al que los órganos no se le estén vueltos pedazos.

Ayúdame a vivir sin fármacos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario