domingo, 29 de noviembre de 2020

Impelía el viento

Ya no quiero más máscaras, ni fingir que no soy capaz de sentir. Escojo las palabras antes que las lágrimas, por paz mental. Yo no quiero perder mi necesidad de escribir, la enorme pasión que las palabras despiertan en mí. Estos párrafos son los que me mantienen viva, en la lucha, en desear ser mejor cada mañana, en ver las cosas con otro color. Entender que aunque la vida sea así, tengo un enorme poder a mi costado; mi mamá.

Tengo demasiadas cosas por las que luchar, tengo que aceptar lo que soy, sacar todo el mugrero de mi alma donde nadie pueda ver, vomitar en cada crisis todos mis traumas infantiles. Liberarme de esa niña solitaria que se creía merecedora de nada. El pasado duele, pero ha sido maestro. El saber que no soy la única me da esperanza, el conocer personas que con este mal han salido adelante y mucho más allá. Ellos pueden, espero algún día yo también.

Hay tantas cosas que quisiera hacer, soltar este enorme peso sobre mis hombros, valorar los remansos de paz que me da la vida, esa pequeña luz que algún día se volverá mi sol. Doy fe de ello. Y nada podrá secar la tinta que acomoda versos en mi cuerpo-papel. 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Eviterno pleamar

Lo declaro realidad mas no penitencia.
Tengo un corazón, soy humana y no puedo evitar sentir, aún rodeada de tantos cerebros. Soy real y eso me hace llorar aunque no sea una niña pequeña. No debería ser una regla la edad ni el sexo para llorar a mares. No puedo escapar de un corazón que todavía late. 

A orillas del mar mi canto no suena mal, porque sólo me acompaña arena y agua. Tal vez me identifique porque compartimos la sal y la marea. Esta enfermedad es crónica, no puedo eludir esta herencia de la infancia. Soy lo que soy y eso no significa que esté muerta, al contrario, el cielo me envía todo su poder para enfrentar este amargo azul. Tengo que ser el doble de valiente, sin perder mi humanidad, sin perder mi esencia de ternura. No quiero olvidar mi amor al amor, mi ánimo por las pequeñas cosas que me puede entregar. No puedo seguir peleada con mi yo del pasado.

No acallaré a los fantasmas, puedo convivir con ellos, no me esconderé del espejo; aprenderé a verme de verdad, a ver lo que nunca quise; recurro a la aceptación de lo que puedo cambiar y lo que no. Seguiré intentando aún en contra de las piedras a mi alrededor. No me importa pisar los trozos de mis ilusiones con los pies descalzos, ya no quiero tener miedo.

Soy humana y me permito sufrir el oleaje. 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Oírte respirar una vez más

Tal vez ese sería mi último deseo moribundo, escucharte respirar, y aún en medio del odio o de la indiferencia; escuchar que tu boca pronuncie mi nombre. No pido nada más, sé que no tengo derecho, pero puede que mis peticiones no sean tan complicadas.

Te he perdido, mía la culpa, por escupir tanto veneno, por manejar un amor basada en la competencia, en el tormento de posicionarnos en un maldito ring de boxeo. Y por supuesto, cómo no, manejar tanta inmadurez en mis mentiras sin sentido. Me creía una princesa de cuento que merecía ser rescatada, sin embargo ahora sé que nadie me debió sacar de esa jaula, y mucho menos tú.

No te puedo encontrar, me he vuelto invisible para tus alcances. Si sólo pudieras pronunciar mi nombre, no importa el tono, no importa la indiferencia, sólo tu voz y tu respiración que lo es todo. Si tú no existes no hay nada que valga la pena entre tanta inmundicia. Ojalá vivas muchos años y ojalá en otro universo pueda alcanzarte, ser invencible como tú, ser digna de tu afecto, de tu abrazo. Quizás...

Perdóname, nunca fui suficiente, fui prepotente y cruel, si tan sólo pudieras leerme una última vez, si supieras que aún en el infierno lo único que veo es tu rostro. Te prometo que voy a olvidarte, lo juro por mi sangre, lo haré. 

¿Podré decir que te amo una última vez? Le dejo mis palabras a mi poder superior, y que él decida mi destino y el destino de estas letras. Decir te amo una última vez, quimeras.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Destrozos de un padre de piedra

Papá, llevas años rompiéndolo todo; pero hoy estoy más despierta que nunca durante veintiséis años. Gracias, porque ahora en la divina verdad puedo aceptar que casi todo mi dolor inició contigo. Aún desde pequeña contribuiste a este despojo. Me manchaste la vida, qué ironía. Ojalá no haber nacido con tu ayuda, ¿Cómo hubiera sido mi existencia con otra infancia? Quizás hubiera llegado lejos, quizá hasta las estrellas; o me hubiera bastado nacer sabiendo amarme. Desde el principio me enseñaste a odiarme, con tu indiferencia, con tu falta de afecto, con tu corazón de piedra y con tu maldita crianza. Mi cuerpo está hecho jirones, mi piel está igual de marcada que mi alma, detesto sentir que estas cicatrices sean eternas. Que al correr los años este mal crece, te has vuelto peor. ¿Por qué me tengo que sentir comprometida contigo? Me revuelve el estómago no poder decirte todo lo que has provocado en mí, y sentirme tan pequeña, tan tan pequeña gracias a ti, papá.

Tú me diste la vida sólo para machacarla, me destruiste y no logro morir. Intento ayudarte con esta tortura. Quiero regalarte la última felicidad de no tener que volver a verme nunca más. Créeme, en la destrucción de este cuerpo yo también quiero ayudar. Qué tan enfermo tengo el cerebro, lo tengo vuelto fuego que busca consumirlo todo. 

Ya no te necesito, ese deseo infantil también murió, ahora te necesito muy lejos, tu vibra es de desconsuelo, abandono, y muerte. Busco fe para no abandonarme, aún la busco también. Perdóname por haber nacido y te perdono por haberme causado tanto dolor. Malditas heridas de la infancia, cuando crecemos se hacen grandes también. Y me vuelvo obsoleta al mundo porque no puedo olvidarme del pasado, no puedo, no puedo, no puedo. No me siento ni de aquí ni de allá, juro que quisiera ser más valiente para quitarme la vida. Y hasta eso me has dejado, papá, la cobardía.

Papá, has dejado destrozos en mi alma, en mi vida, y has truncado mis sueños. Quisiera dormir un poco, por favor, un poco.