martes, 19 de enero de 2021

No conozco el amor

Suena irónico pero no por ello es menos cierto. Quiero comenzar aceptando que viví una mentira, lo cierto es que era hermosa, pero fue un espejismo quizás demasiado largo. Y yo lo creí. Pensé que a mis veintiséis años conocía el amor. Que podía charlar de él durante horas, como una valiente experta en la materia.

Todo a mi alrededor avanza con rapidez, y mis amistades fluyen en relaciones buenas o tormentosas, pero su corazón prueba que conocen el amor en su escala de grises. Pensé que formaba parte de ese grupo experimentado. A algunos nos llega la madurez con lentitud, suavemente, pues en algunos campos creo ser coherente al hablar, pero en otros no soy más que una niña pequeña que lo desconoce todo. 

Y no, amiga única, no conoces el amor. Has vivido los destellos de una ilusión, amores no correspondidos, falsos futuros y un apego enorme por el pasado. El principio del desapego es la aceptación. Hoy me acepto y reitero que no conozco el amor romántico. Quizás algún día llegue por sorpresa pero también tal vez nunca aparezca, y eso está bien. Puedo vivir con ello, porque motivos para ser feliz me sobran. 

No es una sentencia sino la apertura a la verdad en mí, no quiero volver a engañarme nunca más, no quiero traicionarme otra vez. Mi ego no puede vencerme. A estas alturas, con las experiencias que me ha regalado esta existencia me siento un poquito más fuerte. Afronto mi realidad y trabajo en ella, para mejorarla, para hallar la paz.

En las cosas que no se ven, en el amor a mi familia, a mis gatos, a mi cuerpo con sus cambios, con sus cicatrices. Quiero conocer el amor propio y que quizás ese sea el puente al amor romántico del que tanto se habla, se goza y se sufre. 

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