martes, 7 de septiembre de 2010

La despedida


Ser o no ser; esa es la cuestión.


Cuando llegué a este mundo ignorante de su propio destino, no imaginé que la pesadumbre fuera tan constante y abrumadora desde lo más profundo de mi espíritu. Pero llegué con esperanzas pioneras, soñando con aquel mágico momento en el que conocería a mi primer y único amor, mi trágica novela de pasión en la que yo escribiría el final feliz. Tal vez será que el tiempo, mi enemigo, se absorbe mi ternura y me regala la penosa locura. Aun mi cerebro no logra comprender porque cada día hostigo a pensar tanto en ti, como si no existiera cualquier otra cosa que imaginar, como si fueses el único pensamiento existente. Heme aquí vestida de rosa, soñando con príncipes de reluciente armadura que sepan sustentarme, que no dejen jamás que mi cuerpo derrumbe. Dormir para siempre sería vivir en un mágico letargo que mantenga fuerte mi ilusión, que trunque de un espadazo a la decepción ¡Que lástima que respira y sienta mi corazón en carne viva! Ese despertar lóbrego me obliga a mantener los ojos abiertos y a reconocer que mi amor inmortal no existirá jamás y permanecerá adentro de una vil quimera. Crearé esta despedida a sueños quebrados, amores fugaces y abstractos pensamientos. Una despedida a esa parte de mí que insiste plenamente en amar tortuosamente. Sentada, con perlas cayéndose de mis ojos, únicamente esperando lo que nunca llegará. La despedida a mis sentimientos afectivos, despedida al amor que cada vez que me da la esperanza de no ahogarme se burla y me hunde más en el mar de lágrimas.

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