Fin del flashback en versión Ian
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-¡No
te creo ni un poco! – Grité empujándolo lo más posible de mí - ¿acaso piensas
que soy estúpida, Ian?
-Claro
que no – sollozó volviéndose a acercar – lo que te digo no es nada más que la
verdad, y me duele que prefieras llevarte esa maldita única imagen de lo que
pasó y no des paso a la realidad. Sabías que yo te amaba de verdad, yo creía
que realmente lo sentías; con mis besos, mis caricias, mis palabras, mi
necesidad de estar siempre cerca de ti, la promesa que nos hicimos ¿la
recuerdas? Estaba seguro de que eso respaldaba mi amor.
Flashback (en versión de Ella)
Ahí estábamos Ian y yo, como dos idiotas
jugando a alcanzarnos. Íbamos corriendo demasiado aprisa, algunas personas nos
miraban con curiosidad, otras con indiferencia y unas más con algo de odio por
empujarlas y sacarlas un segundo de su rutina. Ian me estaba alcanzando, así
que corrí más fuerte, entre risas y jadeos; como si quien quisiera alcanzarme
fuera el monstruo más cruel y horrible.
-¡Ya verás… cuando… te alcance,
princesa! – Gritó entre jadeos tras de mí a lo que respondí sacándole la lengua
y corriendo aún con más rapidez. -¡te… vas a… arrepentir!
De acuerdo, era la escena más cursi e
irreal que existía. Al correr amaba sentirme libre, lejos de los problemas,
desde siempre. Y que ahora él lo hiciera conmigo, me llenaba de plenitud.
Me giré a comprobar que tan cerca se
encontraba Ian de mí, y me paré en seco cuando me di cuenta de que él había
desaparecido. Miré hacia cualquier lado tratándome de encontrar con su rostro
cansado y enojado, pero no estaba. Comencé a desandar el camino que había
formado, tratando de volver a acompasar mi respiración. Seguí caminando y
mirando, pero al pasar por un callejón alguien saltó de ahí de repente,
haciéndome gritar como si no existiera un mañana. Cuando creí que el corazón se
me iba a salir del pecho en cualquier momento, comprobé que ese alguien se
trataba de Ian que, viendo mis ojos desorbitados, no paraba de reír con
malicia.
-¡Eres un verdadero idiota! – le grité
mirándolo con reproche, sumamente molesta por su broma.
-No…-rió más ante mi ceño fruncido –
no te enojes…-más risas – princesa.
Siguió riéndose descaradamente de
mí, hasta que no lo pude soportar más y
comencé a reírme también. De nuevo la gente nos miraba con extrañez, dos locos
en medio de la calle riéndose de nada.
-Esa me la pagas – dije cuando las
risas se acabaron y los besos traviesos habían comenzado.
-Yo sé cómo – me lanzó una mirada
coqueta y volvió a empujar sus labios contra los míos.
Una sesión larga de besos.
-No me parece suficiente – hice un
puchero – ¡fuiste muy malo conmigo! – se acercó a mí con la intención de volverme
a besar – y no, los besos no te sirven de nada – sonreí con maldad.
-Ya sé – su mirada brilló – sé cómo
compensarte, princesa.
-¿Y có…? – No me dejó terminar de
hablar cuando me tomó de la mano y me jaló para que comenzara a caminar. No
sabía que tramaba, pero conociéndolo, era inútil preguntar.
…
-¿Un hotel? – Lo miré molesta - ¿acaso
crees que…?
-No te enojes, no es lo que piensas –
rió – aunque si tú quisieras…eh, es broma – finalizó al ver mi cara roja.
-Dime entonces por qué estamos frente
a un hotel
-Obviamente porque vamos a entrar a él
– dijo y le di un zape. – ya princesa, quiero mostrarte algo.
Entramos al hotel, nadie nos prestó
atención, al parecer era un día ajetreado para el personal. Miré a Ian con
duda, y colocó el dedo en sus labios. Me tomó de la mano y, sin la mirada de
nadie puesta en nosotros, nos subimos al elevador.
-¿Qué pretendes? – dije riéndome con
soltura al ver que nos dirigíamos al último piso.
-Un poco de emociones fuertes – se rió
también mientras me abrazaba –te va a gustar - sonrió.
-Así que… ¿emociones fuertes? – me
acerqué y nos besamos durante el trayecto al último piso de aquel enorme hotel.
-Esteee – oímos que alguien
carraspeaba cuando se abrió el elevador. Ian y yo nos separamos y un hombre de
aspecto amargo nos miró de arriba abajo.
-Ah, te decía, ¡qué bonitas están las
instalaciones! ¿No te parece? – me miró aguantándose la risa.
-Ya sé, es un hotel precioso –
sinceré.
Bajamos del elevador con la mirada
sospechosa de aquel hombre.
-No mires atrás – me dijo Ian sonriendo
mientras nos alejábamos. Involuntariamente me giré a observar si el hombre
seguía ahí.
-Niña desobediente – susurró.
No sé de qué modo terminamos en la
azotea. La vista era increíble, era maravillosa. Observé embelesada por un
momento hasta que sentí la mirada de Ian puesta en mí.
-¿Qué me miras? No deberías
desperdiciar tan hermosa vista – le sonreí.
-Es que no creo que haya mejor paisaje
que el de tu sonrisa y tu mirada – dijo en una media sonrisa, sonrojándome por
completo.
-Qué tonterías dices – reí nerviosa
girando mi mirada.
-Solo digo la verdad – tomó mi rostro
entre sus manos – Te amo.
-Te amo también – lo miré con lágrimas
en los ojos – eres lo más importante de mi vida. Gracias por hacerme tan feliz.
-Al contrario bonita, gracias a ti –
limpió mis lágrimas - ¿tienes hambre?
-¿Hambre? – Me reí – ¿y qué me va a
cocinar, compañero?
-No será necesario – frunció el seño –
espérame aquí, no tardo.
-Pero…- y otra vez se iba dejándome la
palabra en la boca. Mi novio estaba loco, pero era mi loco. Lo amaba demasiado.
Al pasar algunos minutos, mi novio
regresó con una bolsa llena de comida variada. Me reí imaginándome cómo se las
había ideado para robarla y me arrepentí de no haberlo acompañado.
-La comida está servida, princesa – me
dijo mientras nos acomodamos. Disfrutamos mucho de ese momento, comiendo y
bromeando sobre cualquier cosa. El tiempo pasó muy rápido y pronto empezó a
oscurecer.
-Creo que es hora de irnos – comenté después
de unos minutos de silencio.
-Tienes razón, pero antes, quiero
decirte algo – me tomó de la mano y nos asomamos al imponente borde de la
azotea. Muerte segura.
-¿Qué quieres decirme? – Dije
acariciando su rostro con dulzura.
-Quiero pedirte que jamás olvides que
te amo, que tú eres lo más importante en mi vida – me miró serio – no importa
lo que pase, yo siempre te amaré. Prométeme que nunca vas a olvidar eso ¿sí?
-Te lo prometo – aseguré con extrañez –
no importa qué pueda pasar; eres el amor de mi vida.
-Nunca olvidaré esta promesa. Te amo
princesa.
-Yo también te amo, mi príncipe – dije
y él rió ante el gesto, besándome una vez más.
-¡Son esos de ahí! – Gritó un hombre
de pronto. Entonces Ian y yo comenzamos a correr.
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