viernes, 18 de enero de 2013

Cuatro años hacia delante XII


Fin del flashback en versión Ian
_______________________________________

-¡No te creo ni un poco! – Grité empujándolo lo más posible de mí - ¿acaso piensas que soy estúpida, Ian?
-Claro que no – sollozó volviéndose a acercar – lo que te digo no es nada más que la verdad, y me duele que prefieras llevarte esa maldita única imagen de lo que pasó y no des paso a la realidad. Sabías que yo te amaba de verdad, yo creía que realmente lo sentías; con mis besos, mis caricias, mis palabras, mi necesidad de estar siempre cerca de ti, la promesa que nos hicimos ¿la recuerdas? Estaba seguro de que eso respaldaba mi amor.

Flashback (en versión de Ella)
Ahí estábamos Ian y yo, como dos idiotas jugando a alcanzarnos. Íbamos corriendo demasiado aprisa, algunas personas nos miraban con curiosidad, otras con indiferencia y unas más con algo de odio por empujarlas y sacarlas un segundo de su rutina. Ian me estaba alcanzando, así que corrí más fuerte, entre risas y jadeos; como si quien quisiera alcanzarme fuera el monstruo más cruel y horrible.
-¡Ya verás… cuando… te alcance, princesa! – Gritó entre jadeos tras de mí a lo que respondí sacándole la lengua y corriendo aún con más rapidez. -¡te… vas a… arrepentir!
De acuerdo, era la escena más cursi e irreal que existía. Al correr amaba sentirme libre, lejos de los problemas, desde siempre. Y que ahora él lo hiciera conmigo, me llenaba de plenitud.
Me giré a comprobar que tan cerca se encontraba Ian de mí, y me paré en seco cuando me di cuenta de que él había desaparecido. Miré hacia cualquier lado tratándome de encontrar con su rostro cansado y enojado, pero no estaba. Comencé a desandar el camino que había formado, tratando de volver a acompasar mi respiración. Seguí caminando y mirando, pero al pasar por un callejón alguien saltó de ahí de repente, haciéndome gritar como si no existiera un mañana. Cuando creí que el corazón se me iba a salir del pecho en cualquier momento, comprobé que ese alguien se trataba de Ian que, viendo mis ojos desorbitados, no paraba de reír con malicia.
-¡Eres un verdadero idiota! – le grité mirándolo con reproche, sumamente molesta por su broma.
-No…-rió más ante mi ceño fruncido – no te enojes…-más risas – princesa.
Siguió riéndose descaradamente de mí,  hasta que no lo pude soportar más y comencé a reírme también. De nuevo la gente nos miraba con extrañez, dos locos en medio de la calle riéndose de nada.
-Esa me la pagas – dije cuando las risas se acabaron y los besos traviesos habían comenzado.
-Yo sé cómo – me lanzó una mirada coqueta y volvió a empujar sus labios contra los míos.
Una sesión larga de besos.
-No me parece suficiente – hice un puchero – ¡fuiste muy malo conmigo! – se acercó a mí con la intención de volverme a besar – y no, los besos no te sirven de nada – sonreí con maldad.
-Ya sé – su mirada brilló – sé cómo compensarte, princesa.
-¿Y có…? – No me dejó terminar de hablar cuando me tomó de la mano y me jaló para que comenzara a caminar. No sabía que tramaba, pero conociéndolo, era inútil preguntar.
-¿Un hotel? – Lo miré molesta - ¿acaso crees que…?
-No te enojes, no es lo que piensas – rió – aunque si tú quisieras…eh, es broma – finalizó al ver mi cara roja.
-Dime entonces por qué estamos frente a un hotel
-Obviamente porque vamos a entrar a él – dijo y le di un zape. – ya princesa, quiero mostrarte algo.
Entramos al hotel, nadie nos prestó atención, al parecer era un día ajetreado para el personal. Miré a Ian con duda, y colocó el dedo en sus labios. Me tomó de la mano y, sin la mirada de nadie puesta en nosotros, nos subimos al elevador.
-¿Qué pretendes? – dije riéndome con soltura al ver que nos dirigíamos al último piso.
-Un poco de emociones fuertes – se rió también mientras me abrazaba –te va a gustar - sonrió.
-Así que… ¿emociones fuertes? – me acerqué y nos besamos durante el trayecto al último piso de aquel enorme hotel.
-Esteee – oímos que alguien carraspeaba cuando se abrió el elevador. Ian y yo nos separamos y un hombre de aspecto amargo nos miró de arriba abajo.
-Ah, te decía, ¡qué bonitas están las instalaciones! ¿No te parece? – me miró aguantándose la risa.
-Ya sé, es un hotel precioso – sinceré.
Bajamos del elevador con la mirada sospechosa de aquel hombre.
-No mires atrás – me dijo Ian sonriendo mientras nos alejábamos. Involuntariamente me giré a observar si el hombre seguía ahí.
-Niña desobediente – susurró.
No sé de qué modo terminamos en la azotea. La vista era increíble, era maravillosa. Observé embelesada por un momento hasta que sentí la mirada de Ian puesta en mí.
-¿Qué me miras? No deberías desperdiciar tan hermosa vista – le sonreí.
-Es que no creo que haya mejor paisaje que el de tu sonrisa y tu mirada – dijo en una media sonrisa, sonrojándome por completo.
-Qué tonterías dices – reí nerviosa girando mi mirada.
-Solo digo la verdad – tomó mi rostro entre sus manos – Te amo.
-Te amo también – lo miré con lágrimas en los ojos – eres lo más importante de mi vida. Gracias por hacerme tan feliz.
-Al contrario bonita, gracias a ti – limpió mis lágrimas - ¿tienes hambre?
-¿Hambre? – Me reí – ¿y qué me va a cocinar, compañero?
-No será necesario – frunció el seño – espérame aquí, no tardo.
-Pero…- y otra vez se iba dejándome la palabra en la boca. Mi novio estaba loco, pero era mi loco. Lo amaba demasiado.
Al pasar algunos minutos, mi novio regresó con una bolsa llena de comida variada. Me reí imaginándome cómo se las había ideado para robarla y me arrepentí de no haberlo acompañado.
-La comida está servida, princesa – me dijo mientras nos acomodamos. Disfrutamos mucho de ese momento, comiendo y bromeando sobre cualquier cosa. El tiempo pasó muy rápido y pronto empezó a oscurecer.
-Creo que es hora de irnos – comenté después de unos minutos de silencio.
-Tienes razón, pero antes, quiero decirte algo – me tomó de la mano y nos asomamos al imponente borde de la azotea. Muerte segura.
-¿Qué quieres decirme? – Dije acariciando su rostro con dulzura.
-Quiero pedirte que jamás olvides que te amo, que tú eres lo más importante en mi vida – me miró serio – no importa lo que pase, yo siempre te amaré. Prométeme que nunca vas a olvidar eso ¿sí?
-Te lo prometo – aseguré con extrañez – no importa qué pueda pasar; eres el amor de mi vida.
-Nunca olvidaré esta promesa. Te amo princesa.
-Yo también te amo, mi príncipe – dije y él rió ante el gesto, besándome una vez más.
-¡Son esos de ahí! – Gritó un hombre de pronto. Entonces Ian y yo comenzamos a correr.

No hay comentarios:

Publicar un comentario