lunes, 13 de enero de 2014

Atracción.

Decían tantas cosas, que dudaba. Me mostraban evidencias increíbles que me aclaraban que todo iría mal. Pero no pude decir que no. Me atraía como el olor de las flores a la más bella princesa, me atrapaba como a un pobre esclavo, me tenía encadenada al rosa de sus labios. Y esos ojos venenosos nublaban mi mundo. Aquí no existía nada que no fuera él y yo, mi universo se reducía a eso; a las caricias de su parte en cada rincón de mi cuerpo, en su lengua danzando con la mía, en nuestros corazones palpitando al mismo tiempo. Él se había transformado en todo lo que necesitaba en mi vida, las advertencias de las sombras se iban apagando conforme yo más lo amaba. Enterneció mis oídos con palabras que hablan de eternidades, de pasión, de amor, de futuro. Me endulzó un amargo existir. No puedo decirle que no, no puedo irme jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario