martes, 7 de enero de 2014

Te necesito para escribir.

Le prestó una ilusión vaga para después con arrebato arrancársela. Yo te brindo esperanzas, le dijo, y desapareció.

Te llamé con apuro, estabas cuando querías. Te perdías por días si se presentaba el antojo ¿no es así? Yo tampoco comprendo lo que estoy diciendo, y está bien.
Está bien.

Comienza a hartarme el recuerdo de esa madrugada, la noche en que lo confesamos todo. Cada palabra que me provocó una sonrisa, ahora me causa un gran dolor. Auxilios inservibles, fe inútil. No sé a qué esperamos...

¿Por qué una persona con tales gestos y miradas malévolas es capaz de escribir tan maravillosamente? ¿Cómo una voz que escuché solo una vez puede trastornarme por años? Me siento un laberinto para ti. Intento oír más allá de estos susurros inhumanos, de este rasgar de paredes, de mi agitada respiración. Anhelo descubrir el paraíso delante de este infierno.

¡Un poco de silencio, por favor! Quiero escribirle otra vez, quiero atraparlo en mis letras, envolverlo. Recuerda que no podrás olvidar, olvidarlo jamás.
Una combinación de rostros que persiguen, y cada lugar le pertenece a su imagen. Una fotografía deformada, con sus trazos de odio, con las quemaduras de este viejo rencor.

El violín me hiere, la neblina me acorrala, el muchacho del piano ya no quiere producir melodías hacia mí.

Te ruego, toca para mí. Invádeme.
*

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