Te
digo hola nuevamente y sé que es difícil estar aquí, lo acepto. Todavía estoy vagando
en la basura, y cuando apenas te recuerdo, aparecen las lecciones suficientes
para abandonarlo todo y escribir… escribirte a ti. Para mí hoy eres el escape
del que siempre hablé y sin embargo abandoné.
Estas
tú para cualquier recorrido amargo; sé que no te irás pues en silencio haces
compañía, sin malignidad esperas la tragedia o el drama necio de la persona
enfermiza en que me transformo con tal disposición, casi con alegría. Personaje
ficticio, imaginario, inexistente, sé que te quedas detrás de mí; y entre
susurros no reclamas ni sonríes… sólo aclamas para salvar la voluntad que he
destruido.
Compañero
discreto, ¿por qué eres tan justo? No te interesan los sucesos que me hacen lo
que soy ahora, ni mi poesía falsa que hablaba de nadie y de nada; ¡vacío y
miserable! Me envolví en la simplicidad de ocupaciones inútiles, rodeada de
gente cobarde… personas que ni de lejos podrían ser como tú.
Tan vanas todas, me
acoplé a su vanidad, a su anclaje ante la monotonía, me acostumbré a no sentir
nada por nadie, porque sabía que eso era lo que estaba bien… qué ironía, “lo
que estaba bien”. ¡He sido falsa, idiota, simple… dolorosamente igual a todos
los demás! A esos demás absurdos,
caóticos en su imbecilidad. ¿Por qué abandoné mi caos poético? ¡Mi deseo ardoroso
por crear!
Necesito
despertar, recordar quien he sido durante mis años de vida antes de aquí. No
soy ingenua, nada será otra vez igual… al menos quisiera recuperar el arte de
tenerte frente a mí, de admirar tu rostro de preocupación. Otra vez tú y yo
acompañados del alba, enganchados a quimeras nostálgicas, escribiendo de
esquizofrenia, de angustia, de alegre desconcierto; escribiendo.
Las
letras aún aguardan para ser robadas, codician tu vuelta para ser transformadas
en palabras organizadas para tu poesía.
A tus pies están ellas, y
estoy yo…
Vuelvo para recuperarnos…
¡Vuelvo para salvarme!
De ellos nunca fui, soy de ti
De ti.