sábado, 22 de diciembre de 2018

El monstruo ya no cabe en la ventana

Es demasiado tarde, esto ha crecido a desproporción, la habitación oscurece lenta y definitivamente. Siento cómo consumo las oportunidades, y la vela se apaga. Entiendo bien, nos ahogamos en la pena. ¿Cómo haremos?

Imposible escapar, y tampoco puedo sacarle de aquí. No tengo miedo, no tengo desesperanza, tan sólo la gracia de la resignación.

Me olvido del caos y el tiempo, recibo la melodía de una inseguridad encerrada en si misma. He dejado de contar los pasos de la cama hacia fuera. Resto interés al frío que cala mis cansados huesos, indiferente a la transición equívoca de la vida a la muerte.

La identidad de mis ojos se transforma por la miseria del devenir, ojos hundidos. La miseria de latidos alimentados por la espera al día que nunca llega. El arpa llora sangre.

Alzo mis manos a la noche sin estrellas, no existe poder en mí que pueda exterminar al monstruo que crece cada vez que dejo de dormir. Acompaña mis ansias nocturnas, y veo cómo se burla de mí y de mis apagados intentos de huida.

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