domingo, 29 de marzo de 2020

Los sueños de Ofelia.

Siento como las cosas más simples me abruman, y las más grandes me comen viva. Mi corazón arde, quema sin fin, mi cerebro no puede con tantas cosas, y se alborota, mi espíritu terrorista quiere explotar sin importar el daño a los demás. Estoy cansada, muy cansada, y desearía dormir una semana entera, para no saber, que mi vida va a pique sin control, como si no hubiera nada que se pudiera hacer. Porque la ansiedad y la depresión, realmente me vuelven ciega, me anclan a la cama, me entregan medicina controlada en descontrol. Siento venir la sobredosis, siento llegar la explosión. Y estoy cansada, muy cansada...

viernes, 13 de marzo de 2020

Pasión

Todavía no he podido deshacerme de ti, de tu presencia en recuerdos fragmentados, de todas las veces que tu voz dijo: te amo. La vida me ha dado la lección más dolorosa de todas; no descuides a quien te ama de verdad. 

Lo hice y ahora no puedo borrar de mi cabeza nuestros sueños, la familia que íbamos a formar, hasta las malditas posiciones sexuales están en mi cabeza. Y ahora no puedo ni siquiera tocarme porque al hacerlo tu nombre brota de mi boca, y las lágrimas se hacen cascada.

Estoy mal, equivocada, trastornada, sí. Y te amo, y quisiera que me perdonaras por todas las mentiras, por todos los engaños, por no haber valorado tu protección y dulzura. Ya no eres el mismo de antes, y extraño tóxicamente que me digas: Eres mía.

Le grito al cielo, ¡soy tuya, soy tuya, amor! Pero ya no te importa, te es indiferente. Debo olvidarte, no sé cómo, pero debo superarte. Si tan sólo me hubieras besado, si sólo hubiera podido entregarte mi cuerpo y recibir el tuyo. 

Lo que mal empieza, mal acaba. Todo siempre sale a la luz, no soy tuya, no eres mío. Debo aprender a quererme antes de querer a otra persona. Pero hoy no, hoy quiero ser idiota, estúpida, pendeja. Hoy quiero rendirle tributo a tus cartas, y llorarles, y besarles, y dormir acurrucada a ellas. 

Y me vale lo que opinen los demás e incluso lo que opines tú, sé que mañana será otro día. Pero hoy daría cualquier cosa porque me hicieras el amor.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Fármacodependencia

A decir verdad, no puedo recordar cómo todo comenzó. Sólo sé que la primera vez que probé esa maldita pastilla controlada, mi cerebro se hundió en una paz falsa que creí verdadera, me llevó a un lugar en donde no existían los problemas. Definitivamente era como estar muerta.

Al principio me sentí invencible, porque las píldoras eran prohibidas, ningún psiquiatra me las había recetado. Sin embargo, con el paso del tiempo las fui ingiriendo como dulces. Sí, como dulces. Hasta que llegó la abstinencia y las ganas de suicidarse.

Qué peligroso puede ser el mundo imaginario que hemos creado, porque del cielo nos entrega al infierno con una sonrisa en los labios. Y no me importo, me lastimo, me golpeo, me corto las muñecas. No sé cómo funciona exactamente el cerebro, pero sí sé que cuando me quedo sin mi exagerada dosis de pastillas, el mundo se quiebra. Mi cuerpo se rompe, y ver mi realidad es demasiado para mí.

Estas pastillas son una mierda, y poco a poco me consumen. Consumen mi cuerpo, me obligan a herirme, me quitan el poco apetito, y sólo deseo consumir para soñar.  Y pagar para soñar. Mi mamá siempre me ha dicho que cada acto tiene su consecuencia respectiva, y es tan sabia.

Ahora no puedo vivir sin ellas, cada vez que intento dejarlas es como abrir los ojos ante una pesadilla, una familia de drogadictos. Una vida de miseria emocional. Todo es pesimismo sin ellas, y cuando las tengo dentro de mí, la esperanza acontece y me logro engañar con que las cosas se arreglarán con magia. Que puedo vencer la adicción, que mis hermanos también lo harán. Que la solución caerá del árbol de mi ventana.

¡No! ¡No les creas! No es tan fácil, la vida es una guerra constante contra la belleza, el dinero, el equilibro, la salud mental, las ganas sólidas y limpias de vivir. ¿Cómo es posible que sólo tenga ganas de vivir cuando tomo estas pastillas tan pequeñas y de apariencia insignificante? Soy débil y adicta, y sé que necesito ayuda. 

Pero le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al suicidio, lo juro, sin mis pastillas sólo quiero morir. Y tengo miedo de dejarme caer en un descuido, lastimando a todos los que me aman. ¡no! ¡un fármaco no va a poder más que yo! No, no, no... por favor universo, cárgame en tus reales brazos, llévame a sueños sinceros, a seguridad, autoestima. A la pureza de un cuerpo al que los órganos no se le estén vueltos pedazos.

Ayúdame a vivir sin fármacos. 

martes, 10 de marzo de 2020

Rezaré porque se apaguen estas llamas

No puedo creer que me haya atrevido a fijarme en ti, no eres una mala persona pero nunca fuiste elegido para mí. Y aún así la vida se encarga de ser cruel, de ponerte en mi camino en los instantes más vulnerables, compartimos historias, música, películas, vivencias, relatos... Dios se esforzó en mostrarme lo parecidos que podíamos llegar a ser. Lo confieso, me ilusioné como una tonta, caí por tus abrazos cálidos, porque tus manos calentaban mis frías y huesudas manos. 

Estuviste cuando más perdida me encontré, tus dedos, podía jurar, encajaban pulcramente con los míos. Recostada sobre tu pecho creí que me querrías a pesar de mí, pero no... No eres malo, pero sólo te habías fijado en mi frágil apariencia. Hoy todo ha cambiado, estás con alguien más y yo tengo el corazón roto. La mente destrozada pues no logra entender por qué el universo te había hecho para mí y al mismo tiempo no.

¿Eres tú el ciego o soy yo? ¿Debo esperarte? ¿Debería acaso volver a empezar la decadencia de mi alma para agradarte?  Te quiero tanto y me cuesta empezar a entender la realidad. No íbamos a estar juntos del modo que yo deseaba, y me lo mostraste directo a la cara. Me destrozaste, me llené de celos, me caí en la toxicidad y la amargura.

Sé que voy a estar bien, que terminaré por comprender que tampoco tú estabas dispuesto a todo por mí. Debo seguir esperando en silencio la llegada o no de la persona "correcta". 

Te pido perdón porque ya no puedo estar cerca de ti, porque duele, y porque desgraciadamente nada volverá a ser como antes, porque me enamoré.

sábado, 7 de marzo de 2020

¿Por qué dejé de comer?

Soy Corina, tengo veinticinco años y a partir de hoy anhelo profundamente ser lo más sincera que me permita el alma. Aunque duela, siempre se ha dicho que la catarsis es buena al espíritu. Y ahora que he aprendido tantas cosas y que mi mente se ha abierto a un mundo maravilloso y peligroso al mismo tiempo, ahora, ahora hablaré sin tapujos sobre mis enfermedades mentales. Porque así es esto, no es sólo prosa mal escrita, son sentimientos enfermos. ¿Por qué negarme más?

Es momento de crecer, Corina, y aunque nadie escuche, aunque nadie lea, voy a decir una de todas mis verdades. Como dicen los alcohólicos: "Sólo por hoy" ya mañana veremos...

Desde que tengo uso de razón he tenido problemas con la comida, es difícil entrar a detalle de todas las humillaciones, de las veces que permití que otras personas me hiciesen sentir como mierda, me acostumbré a no valer nada para mí misma. Me hacía la idiota, disfrazando mi falta de amor propio con timidez. Hasta que dije ya no más, pero todo para mal. Mal, mal, mal.

A la histeria de mi trastorno alimenticio yo la llamé demonio frío, porque simplemente dejé de comer, no de un día para otro, progresivamente como cualquier adicción. Mi adicción era el demonio frío, contando calorías, escondiéndome de la gente para evitar la comida, masticando lento, atacándome de agua. Tan carente de energía, con frío todo el tiempo, vista nublada, sensación de desmayo, dormir, dormir, dormir.

El ejercicio desde el odio, detestándome cada vez que mi estómago exigía comida, sin que nadie lo notara. Alcanzando una meta, mi "felicidad". Sin querer darme cuenta caí en una enfermedad mortal, eterna, ansiosa. Me estaba matando con una sonrisa en los labios, con una báscula que enmarcaba los cuarenta y cuatro kilos. 

¿Y para qué? Para agradar a los demás, acallar las críticas, sin embargo la gente nunca está conforme, siempre encuentran la manera de hundirte un poco más en la miseria. Obsesiva compulsiva, pastillas que sustituían la vida. Un poco más de cama, por favor...

Hasta que en mis huesos fríos, abrazada al demonio, todo se hizo negro.