domingo, 12 de septiembre de 2021

27

He decido llamarlos veintisiete de la suerte y no de la muerte. Mi sanación no será perturbada al menos esta vez. Edad difícil, ni de aquí ni de allá. Sólo existiendo con mis logros que al mundo pueden parecer pequeños. Pero para mí el logro más grande es tener a mamá conmigo, comprendiendo mi ritmo, mis procesos, mis caídas. Ella que sabe lo que es el dolor puede entender el mío, y eso voy a celebrar.

No celebro con tartas de cumpleaños (aún le tengo miedo a la comida azucarada), ni tampoco con alcohol porque la vida me ha enseñado a odiarlo. No celebro con amigos porque hoy acepto que cada persona tiene dolores que sanar y yo no puedo obligar a nadie a estar conmigo, me niego a ser esa humana. Celebro sola en casa, con mamá, con un café negro y algunos buenos libros viejos. Y sin miedo al escarnio, celebro en pijama frente a una computadora que me hace viajar a Corea del Sur, al menos de forma "idealizada". Celebro con agua y hielos, celebro con ejercicio solitario y música estridente.

Pero sobre todo, si tengo algo que celebrar es que mamá esté curada, tenerla aquí es un privilegio, la tengo a salvo, la tengo viva, la tengo con un sentir de paz, ella con sus baches se declara feliz, y ha tomado las riendas de su vida. Entonces yo no puedo decepcionarla con ideas tristes, tengo que sonreír más, reír más, hasta creérmelo.

Por mí y por mi compañera de vida quiero sanar, quiero vivir con la certeza de que soy feliz, ya no quiero romantizar la tristeza ni encerrarme en mi victimismo. Hoy no. Hoy te celebro a ti, y te amo infinitamente. Gracias por no abandonarme. 

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