domingo, 19 de diciembre de 2021

Y después de los fármacos...

Odio descubrir con el pasar del tiempo lo injusto que puede llegar a ser existir con una enfermedad mental. Que la gente satanice los medicamentos recetados, ¿si me quiero suicidar que quieres que haga? ¿Si no me quiero levantar de la puta cama y lo único que vuelve a darme motivación y color son las pastillas? No, no me pidas que le “eche ganas”, no funciona así.

Llevo varios días sin tomar la medicación, y puedo ver cómo los colores se van volviendo gris y negro. Vuelvo a sentir que aterrizo en una realidad que duele, latidos que están cansados, ojos que no paran de llorar sin razón. Y no hay psiquiatra, no hay psicólogo, no hay pastillas… Porque no hay dinero. Vuelvo a sentir la pesadez de los días y las ganas de dormir se intensifican. Me siento cansada aún sin hacer nada, y las pocas cosas que me gustaban tampoco las puedo hacer.

Yo sé que no puedes entenderme, que las cosas son extrañas para quien no necesita de una pastilla para levantarse en las mañanas. No quiero ser una adicta más, pero tampoco me creo lista para dejarlo. Las necesito, porque me muero y fantaseo con que todo termine, con que la tierra me trague, con evitarlo todo. Ya no puedo ser la misma que antes fui.

He tenido que dejar la medicación a fuerza de no poder costear psiquiatra, y me he vuelto a herir. La vida se ve diferente, he perdido las ganas de aventura, la necesitad de correr riesgos, la soltura de cantar mientras lavo los trastes, la voluntad de ver a mis amigos sin miedo a ser juzgada. Y después de los fármacos me vuelvo a sentir hueca, mi pecho hace eco, ya no tengo nada. No tengo nada.

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