miércoles, 12 de octubre de 2022

Lo extinguible

Sin ello no hay ningún sentido, me dirijo y nos dirigimos por el mundo con la muerte a nuestra espalda. Creemos hacer nuestras actividades como si tuvieran razón de ser. Darse un baño de agua caliente, tomar café, ejercitarse, lectura impulsiva, trabajar en horarios de oficina, escribir mal. ¿Y para qué? Mi idea no es ser fatalista, mi prosa sólo quiere entender por qué a algunos les toca peor que a otros, por qué mi cerebro funciona mal, por qué lo normal es no temerle a la muerte, ni desearla por ratos. La ansiedad está acabando conmigo, por momentos mis dientes castachean y no tengo frío, mis ojos lagrimean y ni siquiera tengo un motivo para llorar. 

En dos mil veintidós las personas ya no quieren proteger ni ser protegidas, ahora está de moda depender de uno mismo, y eso asusta, porque la vida me enseñó que algún día se me iba a salvar de esta masacre. Tampoco es mi intención comparar mi dolor con el de los demás, pero al escribir tengo la libertad, la única libertad de hablar de mí, de ser escuchada por mis propias palabras. Esto no ha sido fácil, cada día lo deseo con todas mis fuerzas. El camino A o el camino B, pero algo que me saque de aquí, porque me valen madre las intenciones del mundo de ahora, necesito ser rescatada. Y después, si hay después, quizás deje de ser marea para transformarme en mar. 

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