En el rincón más secreto de mi cerebro, en un banco vacío, estás tú.
En mi casa eres humo invisible, eco en un cuarto que sobra.
Hoy sé que para dejarte ir no tengo que arrancarte de mí; dejar de buscarte no significa olvidarte.
Le devuelvo al mundo lo que alguna vez fue mío.
Dejas de ser cárcel para ser una de mis historias favoritas.
Ya no gobiernas mi pulso: no eres el libro, solo una página doblada en mi memoria.
Y al fin, te suelto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario