Quisiera arrancarme los restos de mí que te incomodan.
Pulir mi sombra hasta que deje de tener esquinas.
Ser la estatua que contemplas sin querer tocar,
el cristal sin grietas donde tu reflejo nunca se distorsiona.
Me miro al espejo y ensayo la versión de mí
que podría sobrevivir a tus ojos.
Guardo mis risas estridentes en un frasco,
apago los temblores de mi voz,
y extirpo las palabras que nunca sabrías amar.
Si pudiera, dejaría en la puerta mi piel usada
y entraría ante ti como un lienzo virgen,
una promesa muda de perfección ajena.
Pero en el fondo lo sé:
aunque logre vaciarme para caber en ti,
aunque cada fragmento de mi ser se doblegue
como un tallo roto bajo tu peso,
seguiría siendo demasiado.
Seguiría siendo yo,
y tu amor exige una ausencia que no puedo ofrecer.
Así que me quedo aquí,
deseando ser la quimera que tu corazón toleraría,
y al mismo tiempo sabiendo que,
si lo consiguiera,
ya no quedaría nada de mí para amarme.
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