Nunca sé cómo comenzar, justo
ahora tuve que inhalar profundamente para poder escribir; pensé en un par de
cigarrillos o en alguna pastilla; algo que siempre me brinda atrevimiento a
expresarme aquí: recordé que no debía, y no precisamente por interés hacia mí,
sino por una promesa. Tuve que colocar una canción de piano extraña y sin
nombre, una que encontré entre tantos archivos del ordenador. Tuve que llorar un par de veces, porque los
sentimientos dominan mi razón, más cuando son las tres de la madrugada y me
siento terriblemente sola. Tuve que darme cuenta
de todo lo que estaba perdiendo irónicamente por miedo a perder. Tuve que volver a embellecer las palabras,
para no decir algo errado.
La última vez que había escrito algo tan difícil como esto, fue cuando
dejé partir al ser que más me importaba; al ser que fue dueño de
mi torpe poesía durante muchos años. No
quiero que te vayas, sin embargo; tal vez deberías hacer caso a mis
advertencias e irte. Mi vida es inestable, estoy demasiado perdida y no puedo
hacer que tú lo entiendas; ¿cómo te explico que ya no me queda nada? Todo es
una ilusión, una fantasía. Me he aprovechado de ti, y también de mí.
Soy seca, soy dura y soy cortante. El amor me hizo otra contigo, pero
jamás podrá rehacerme del todo. No soy
buena para ti, y no sé qué tan grandes sean mis equivocaciones, y cuanto puedas
soportarlo. Quisiera dejar de
contradecirme, quisiera decirte que todo va a estar bien; que el futuro nos
espera juntos, pero ya ni de eso estoy segura. Y no precisamente porque no sea
lo que más deseo.
Amor, ¿y si algo está mal en mí? Quisiera rendirme.
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