domingo, 31 de agosto de 2014

Los sonetos de la muerte.

I

    Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

    Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

    Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

    Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

    Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...

    Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

    Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

    Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

    Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

    Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

    ¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"

    Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

Gabriela Mistral.

martes, 26 de agosto de 2014

Como al despertar de los sueños.

Las débiles formas flotan a la deriva,
Cuyas risas apenas oídas hacen
Nuestra oscuridad brillante como el día;
En vano nos esforzamos, llorando,
Sobre el rastro luminoso de sus espíritus,
(Donde escaparon mientras dormíamos)
¡Llamando a los que hemos querido!

Como las estrellas, algún poder los divide
De un mundo de ambición y dolor;
Están allí, pero los oculta el diario resplandor,
Y en vano los buscamos.
Por un rato con la tristeza moramos
Sobre la belleza de aquel sueño,

Entonces giramos, y saludamos con alegría
El brillo de la luz matutina.

Cuando el poder de la memoria retuerce
Nuestro corazón solitario en lágrimas,
Formas débiles alrededor nos traen
Aquellos diáfanos días antiguos:
Miradas cariñosas y susurros,
De los que el soñador podría alardear,
Creciendo; hasta que el hechizo sea roto,
¡Olvidarnos que se han ido!

Pero cuando la oscuridad retrocede
Como la noche pesada;
Y la paz es robada de nuestras almas,
Como el alba de un día estival:
Las dulces formas débiles que solían bendecir,
Parecen robarnos también;
Los amamos, pero la dicha del sol
Los ocultó de nuestra vista.

Podría el día resplandecer por siempre,
Y el poder de la Memoria cesar,
Este mundo, un mundo de luz sería,
Y Nuestro corazón un mundo de paz:

Pero los sueños dichosos vuelven con la noche,
Morando sobre el pasado,
Y cada pena que nubla nuestra luz,
Nos recuerda el último.

Caroline Norton.

lunes, 25 de agosto de 2014

El final de la botella.

Una noche más aquí, a esta profunda y húmeda cueva atestada de lágrimas y maltrechos trozos de alegría. Las letras se aglomeran y se hieren unas a otras. Las visiones del ayer incendian en su más ingrata expresión. Respirar lastima, la reminiscencia llega a atacarme, me aclama que soy su víctima preferida.

  Alcohol, que me consuelas aún cuando me condenas; me acompañas a otra noche de vigilia. Vienes a transformarme con tu maldito beso con sabor a amargura. Te burlas de mí seduciéndome a caer. Calmas las heridas, las adormeces; haces desaparecer la realidad. Al día siguiente sé que escaparás para abandonarme al mundo que debo enfrentar. Al mundo que perdió la fe en mí, al mundo que no es capaz de volver a tomar en serio mis juramentos, al mundo que me regaló la imagen de su rechazo. Sé que volverás, embriaguez. Finges olvidarme pero no eres capaz de estar sin las energías que protegen mi cuerpo. Eres el espectro más temido, ¿por qué después no puedo recordar nada? No eres yo. No eres…

Al alcanzar la cúspide por fin llega el remordimiento. Abrazo mis rodillas y me odio por no ser capaz de enfrentar nada, por haber sido vencida tan sencillamente. No entiendo en sequedad como soy capaz de destruirme sola a base de cigarros, botellas, pastillas y falta de alimento. Pero cuando el demonio vuelve, lo sé, todo se ilumina: el final de la botella me lo dice.


Ruedan los dados, cubiletes, risas,
Mil sabandijas hacen un ebrio,
Miles de risas no te quitan la pena.

Al salir
Veo a mi sombra tambaleando
Como ninguna (Gozando como ninguna, el mortífero placer)

domingo, 24 de agosto de 2014

Un poco sobre "Doctor Sueño" de S. King.

Esta es la secuela de El resplandor, de Stephen King. Es un libro fascinante, que logró mezclar mis miedos con la agradable fantasía. Son pocas las veces en las que un libro me causa lágrimas de emoción, y esta novela es una de ellas.
 
  Dan Torrance me robó el cariño con su manera de sobrellevar el alcoholismo, su culpa del pasado se hizo mía y su entrada a Alcohólicos Anónimos me hizo reflejarme en él. Mi Danny de El resplandor creció. Erró cayendo al fondo, pero logro salir del pozo. Sacó de su irradiación lo mejor, incluso las cosas negativas las utilizó a su favor. Dan pasó de ser un alcohólico más a ser el dr Sueño. El acompañante de los moribundos, el que le regalaba a un alma que partía la paz necesaria para dejarse llevar.

  Al lograr sobrellevar al fin su pasado, mi querido Dan Torrance sacrificó la tranquilidad por salvar la vida de una niña con un resplandor colosal. Una luminosidad que un grupo de espectros le quería arrebatar. La pequeña Abra Stone además de tener un enorme poder, es una niña sumamente tierna. Y así como se ganó el corazón de Dan, a mí como lectora me lo robó también. Final hermoso; con recuerdos del pasado, muertes inminentes, miedo, ansia.
 
  Después de haber leído El resplandor tenía un poco de recelo. No quería decepcionarme al leer Doctor Sueño. No pudo ser más que una tontería, pues ahora no me puedo arrepentir de la emoción que este libro me causo. No puedo dejar de lado a todos los personajes. Es una historia que va más allá de terror superficial. Es más que solo horror, Stephen King es más que eso.

sábado, 23 de agosto de 2014

Trastorno obsesivo-compulsivo

El horario que me he impuesto es estricto. Si no despierto a la hora acordada, el cuerpo me tiembla. No sé quién movió mi libro favorito, pero creo que no podré sentirme tranquila hasta no volver a colocarlo a mi gusto. Mis procesos son exactos, y mi hermano se exaspera a cada momento. Al abrir los ojos debo levantarme de la cama del modo adecuado, lavo mis manos durante diez minutos sin parar, me adentro a la regadera y no la abandono hasta que pueda volver a sentirme cómoda en mí. Sé cuando alguien ha tocado lo que me pertenece; enfurezco. La paranoia me hace frotarme los labios con la mano hasta lacerar. Tengo que revisar dos veces si ordené la ropa en las reparticiones impuestas, después de un largo rato sigo pensando en ello. Es un horror bajar a la cocina para darme cuenta de que lo han arruinado todo: la mesa está sucia, los platos regados incluso de forma aberrante en el suelo. Veo polvo, mucho polvo. No puedo irme de casa, no puedo, hasta que las cosas regresen a su lugar.

  Nunca olvido comprobar si las puertas y las ventanas están cerradas al ir a dormir. Si no hago las cosas por mi cuenta, el mundo se me caerá a pedazos. Otra vez movieron los muebles, las cosas no están alineadas. Todo tiene que verse perfecto, todo debe estar bien nuevamente.

  Asquea la comida pensando en las manos en las que pudiese haber pasado por error, náuseas dan los utensilios si antes no los limpié yo. No estoy loca, no estoy loca, ¿cerré la puerta? ¿Organicé las cosas? ¿Organicé mi vida? No estoy loca, los demás sí lo están.

  Lo están.

viernes, 22 de agosto de 2014

¿De qué escribís ahora, eh?

Escuchas canciones de Alex Ubago por el recuerdo de la primera vez que te enamoraste. Fumas un cigarro disforme que con suerte hallaste, y no tienes como excusa a nadie para escribir sobre amor o sobre dolor. Tu mente está en blanco, es difícil elegir entre simplezas. Y es tan sencillo para ti hoy dejar ir a la inspiración. Prefieres ver fotografías y esbozar sonrisas forzadas a unos amigos no tan amigos. En lugar de acercarte al ordenador a plasmar el vacío, intentas llenarlo con el desorden-orden-desorden. Qué bien engañas, mujer.

  Juegas al tonto, los sigues como si lo que hicieran fuera maravilloso, lloras exageradamente por una nota de voz de un amigo. ¿Por qué? “Me conmueves, es todo” Ya no escribas más; Corina, ya no sirves para esto. Quizás antes tampoco, pero te defendías. Había coherencia y un tópico. ¿Y ahora qué quieres decir? Que te sientes ordinaria, que te sientes cómoda en un bajo perfil. Que finges apasionarte por tonterías. Todo es inútil.

  Parece que en la indiferencia y la normalidad eres más feliz. ¿Es que eres masoquista? ¿Es que eres? ¿Qué eres sin la melancolía? No quiero volver a comer nunca más, cada cosa es nauseabunda a su manera. Nadie te entiende ¿por qué publicarlo? Para no abandonar. ¿A quién? A nadie. So imbécil.

Coronas de flores, tatuajes en la espalda, galaxias, críticas, anorexia, bulimia, belleza, perfección, más tatuajes, cigarros electrónicos, teléfonos inteligentes, videoblogs, música independiente, cine de arte, poesía, novelas, hadas bipolares, adolescentes deprimidas, somníferos, somníferos, somníferos, somníferos. Escribe, no escribas, escribe, no escribas. Sebastian Larsson, mi pianista. Amo escribir, amo las letras; lo juro. No te vuelvas a marchar.

Un fantasma te lee, un espectro sonríe, una mujer que tecleó “amor” está aquí por error. Compañeros de vida; ellos y las palabras. No importa mentir a los demás si podré volver a encontrarme a mí misma en este mundo angosto. Así con incoherencias, con tonterías, con altibajos, con lectores o sin ellos. Así me gusto, aquí. Estos párrafos son un espejo que no me devuelve inseguridad.

viernes, 1 de agosto de 2014

01/08/14

¿Cuántos recuerdos más habrá que desechar? Cielo santo, obséquiame un espacio de salida a este amargo encierro.