jueves, 29 de noviembre de 2018

Con un cadáver bajo la cama

Es cierto, puedo notar el olor de la muerte; aseguro que sus facciones no han cambiado, pero en el alma que me queda sé que estoy mintiendo.

Asomo la mirada al borde de la cama y la veo tal como me veo. Los días en los que me siento atrevida toco sus manos frías... Tarde o temprano ella mirará también, sus afilados ojos destaparán los secretos que destrozan mi mente.

No le temo, la conozco. Ambas sabemos que hace mucho tiempo todo terminó para mí. Ella desea abrir la boca muerta, sólo para aclamarme su fascinante odio.

Hace mucho tiempo nos conocimos, y aunque hoy luzca como víctima jamás lo fue. Se presentó como amiga, avivó mi motivación hasta deformarla en un absurdo. Absurdo por el que todavía respiro. Todavía respiro.

Ella me prometió un paraíso que se me acabó desbordando como agua en las manos. La quise como a nadie, la adoré y coloqué mi corazón en sus brazos de apariencia delicada. Ella parecía demasiado frágil, pero su corazón embustero era fuerte, y quemaba.

Sí, ella me embruteció antes de quitarme lo que me hizo creer que era mío.

Por eso la maté, porque ella me mintió, convirtió mi mente para siempre, rompió mis ideas y además de todo arrancó con sus dientes mis sentimientos. Ya no me siento capaz de sentir nada.

Hoy no se mueve, pero sé, y puedo jurarlo por la sangre que avanza en mis venas, ella va a despertar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario