martes, 11 de mayo de 2021

Las cajas musicales están obsoletas

Ya no tengo miedo de expresar mis sentimientos, ya no le temo a lo que cualquiera pueda pensar. Sé que soy una persona triste, sé que soy aprehensiva y bastante loca. Sin embargo, al paso del tiempo he ido aprendiendo a disfrutarlo, porque sólo así el dolor trasciende. Y a veces, cuando no estoy drogada, cuando soy consciente, entiendo que ahora mismo esta es la versión de mí, de Corina.

Y aunque tengo mucho por reparar, mucho dolor que aliviar, entiendo que mi prioridad es curar mi enfermedad, librar a mi cuerpo de todas las drogas, superar mi pasado y aceptar mi presente. Lo sé, no siempre se puede hablar del sufrimiento con naturalidad y sabiduría. Muchas veces he querido morirme, he pasado noches enteras llorando por todo lo que no podré arreglar, por el futuro que creí que era mío.

Hoy estoy aquí, he alcanzado este punto. Tengo veintiséis años, sigo siendo triste, soy más realista, he conocido al diablo en persona, todavía siento su respiración, pero sé que se está alejando. Tengo la certeza de que algún día seré libre. Mientras tanto pienso seguir escribiendo lo que arranco de mi alma, seguiré relatando mis miedos, cayéndome, lastimándome, saltando del puente. No importa, mi cuerpo está sanando. Mi corazón me lo dice.

No me avergüenzo de darle vueltas a todas las cosas, de hablar del amor un día y al otro hablar del infierno. De mi familia, de los romances, del abandono, de la autolesión, de trastornos alimenticios. No me interesa agradar, aquí no. Mi cueva con estrellas artificiales. Soy lo que soy. 

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