sábado, 16 de febrero de 2013

Cuatro años hacia delante XIII

Fin del flashback en versión de ella
__________________________________________________________
Después de haber recordado esa promesa, me quedé perdida por un momento en la inmensidad. Sentía la mirada de Ian sobre mí, pero yo continuaba en una especie de trance. Aquella maldita promesa que no habíamos cumplido. Pero evidentemente, era culpa suya. Él lo estropeó todo, logró romperme el corazón de la manera más burda y cruel. Y precisamente con una de mis mejores amigas, Phany Marín.

  — Entonces — me interrumpió Ian — ¿Recuerdas nuestra promesa?
— ¡Cómo no voy a recordarla! — le respondí jalándome los cabellos — pero ni siquiera es mi culpa de que se hubiese hecho pedazos, tú lo arruinaste todo.
— Si tan solo me dejaras explicarte cómo sucedieron las cosas, tal vez lograrías perdonarme. Porque sé hasta el fondo de mi corazón que aún me amas — se acercó a mí, acorralándome. Me observó con una enorme dulzura, una que en cualquier momento me haría caer en sus redes. Se acercó cada vez más a mí, nuestros labios estuvieron a punto de rozarse, podía sentir su aliento sobre mi boca. No me importaba nada más, nada a mí alrededor, cualquier cosa. Solo quería decirle cuánto lo extrañaba y las ganas que tenía de escaparme con él hacia ningún lugar, y perdonar su espantosa infidelidad. 

  Pero entonces, la campana me salvó, o algo así. Pues el sonido de la puerta principal abriéndose, me indicó que Eduardo había regresado de su “paseo”. 

— ¿Te parece si nos vemos mañana en Starbucks? — preguntó Ian separándose inmediatamente de mí, ante la mirada asesina de mi amigo Eddie. — te lo ruego, aún tenemos muchísimas cosas que aclarar.
— Mañana a las cinco de la tarde en Starbucks, es la última oportunidad que te daré de que me brindes tu versión, pero eso no significa que me vaya de lleno a tus brazos. Han pasado cuatro años, ambos hemos cambiado…
— Pero nuestro amor sigue intacto. Tú me amas, yo te amo. Sin ti no hay más — susurró cerca de mi oído.
— Hasta mañana — le dije a secas.
— Adiós, mi amor — respondió con descaro — Nos vemos después Eduardo — dijo después dirigiéndose a mi amigo que nos miraba con frustración al escuchar la cita que habíamos acordado.
Ian se acercó y me plantó un beso en la comisura de mis labios, miró a Eduardo en un gesto de fastidio y salió de la casa. Suspiré con tristeza y me dejé caer sobre el sillón, tapando mi cara con las manos, podía sentir la humedad de mis lágrimas en las palmas de mis manos. Por más que lo intentaba, no lograba ocultarle mi aflicción a Eduardo, y sabía que esto lo afectaba en demasía.

— ¿Todo bien? — me preguntó Eduardo acercándose a mí y ofreciéndome sus brazos, a los que yo acepté gustosa.
— Muy bien. Mañana aclararé las cosas con Ian, escucharé lo que tiene que decirme. Y le diré que se vaya de mi vida para siempre. Que yo, solo te quiero a ti, a nadie más. — Finalicé con poca o nada de seguridad.
— Yo lo sé — sonrió Eduardo con un tono amargo — Sea como sea, yo siempre voy a amarte.
— Te lo he dicho antes y lo volveré a decir — dije aferrándome a su cuello como una niña pequeña — tú eres como mi alma gemela, mi mejor amigo, mi salvación — tartamudeé al decir la última palabra.
Entonces, Eduardo empujó sus labios contra los míos con desesperación, como si fuera la última vez que pudisese hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario