Al amanecer, puntualmente Ángela y yo estábamos en el
aeropuerto. Carlo, Natalia e Ian nos acompañaban. Al observar la última mirada
que Ian me lanzaba, sentí como me hundía poco a poco en la tristeza. Me acerqué
lentamente a él y lo abracé con dolor, tratando inútilmente de fundirme en su
cuerpo, para que así, permaneciéramos juntos toda la vida.
-Te quiero –
Le susurré al oído antes de arrancar su mano de la mía y correr lejos de él,
lejos otra vez.
Estando ya
en el avión, me dediqué a llorar en silencio. Ángela me miraba angustiada y sin
preguntar nada, me abrazó. Al poco tiempo, me quedé dormida acurrucada en sus
brazos, pero después tuvo que despertarme puesto que habíamos llegado a nuestro
nuevo destino. Me animé tratando de olvidar el pasado, de cualquier manera, yo
ya tenía cierta experiencia en eso.
Al salir,
pronto una amiga muy especial para mí nos recibió con una amplia sonrisa.
-¡Cecilia! –
Grité con alegría corriendo hacia ella. Ambas nos sonreímos cómplices, felices
de vernos.
-No puedo creerlo,
finalmente volvemos a encontrarnos – Comentó Cecilia, riendo satisfecha.
-Lo sé Ceci,
¡es increíble! Te quiero, tonta – me reí.
Nos
dirigimos a la casa de Cecilia. Ángela y yo acomodamos nuestras cosas
amenamente.
-¿Y bien?
¿Ahora qué hacemos? – pregunté a las chicas.
-Pues –
respondió Ceci – Si quieres podemos visitar a Eduardo.
- ¿El loco
ese? – Dije entre risas - ¿a poco todavía existe? – más risas ahora por parte
de las tres.
-Claro –
replicó – apuesto a que estaría encantado de verte – a este punto me puse
totalmente colorada.
-¿Qué ha
sido de él? – pregunté de forma casual.
-No mucho,
ahí sigue, la verdad no tengo demasiado que contar – suspiró.
- De
acuerdo, ¡vamos a verlo! – agregó Ángela.
-De hecho,
le avisé que venían y le prometí que iríamos a verlo – se sonrojó Cecilia.
-Diste por
hecho que nosotros aceptaríamos – fingí enojo – da igual, vamos.
Después de
ducharnos y arreglarnos, fuimos directo al auto de Ceci. En el camino a ver a
Eduardo, miré hacia la ventanilla con melancolía, no podía borrar de mi cabeza
aquel último beso que Ian me había regalado, el sabor exquisito y embriagador
de sus labios aun quemaban los míos, me esforcé por no llorar.
El sonido irritante de la alarma de mi
celular comenzó a inundar la habitación, apreté los ojos con fuerza y oculté mi
rostro entre las sábanas. De pronto, mi cerebro empezó a captar los recuerdos y
lo que significaba este día. Lancé la colcha que ahora me aprisionaba, al suelo
y observé a mí alrededor con una radiante sonrisa. Me erguí dirigiéndome al
baño, me metí a la tina tratando de serenarme un poco, cavilé; hoy era un día
muy importante y especial, pues yéndome de esta horrible ciudad, viajaría al
encuentro de nuevos lugares, a tener nuevas aventuras y una nueva vida, al lado de mi
mejor amiga Ángela. Pero sobretodo, volvería a ver a viejos amigos de la
adolescencia y a uno en especial que creí que jamás volvería a ver, pero esa es
otra historia.
Me apresuré a vestirme con ropa cómoda, ya
que el primer viaje sería algo pesado. Salí del cuarto, tomé un par de maletas
que estaban en una esquina de la recámara, con mis ojos acuosos y fuera de sus
órbitas.
El olor a comida que se despedía de la
cocina hizo alterar mi nariz y estómago con alegría e impaciencia. Bajé de las
escaleras y miré excitada de un lado a otro. Busqué a mi familia y me encontré
con mi madre que preparaba apresurada el desayuno.
-Hola mamá – saludé con voz ansiosa.
-¿Ya estás lista? – Me preguntó ignorando mi
saludo – tu amiga no tarda en llegar y el vuelo saldrá pronto.
- Sí mamá, ya tengo todo preparado, no te
preocupes. ¿Y los demás?
-Enseguida bajan – fue lo único que contestó
en cuanto comenzó a servir el desayuno.
Mientras comía, insistía en mirar el reloj
con nerviosismo. Me moría de ganas por irme y comenzar mis aventuras con mis
deliciosos destinos. El timbre de la casa me hizo brincar del susto, corrí,
suspiré dos veces con fuerza y entreabrí la puerta. Ahí estaba mi casi hermana,
alta, de tez bronceada y ojos negros, con su cabello cayendo en picada. Me miró
justamente como la miré yo, con los ojos brillantes y emocionados, con una
sonrisa de oreja a oreja.
-¡Hermanita! – Le grité mientras la abrazaba
– aún no puedo creer que finalmente cumpliremos nuestro sueño de viajar por el
mundo entero – balbuceé.
- Yo tampoco – respondió dándome un beso en
la frente – te prometí que lo cumpliríamos y aquí estoy – me abrazó con más
fuerza.
Me sentía por demás nerviosa, continuamos
con la misma mirada especial mientras la invitaba a entrar a mi hogar,
encantada de tenerla conmigo. Ángela saludó a mis padres y hermanos con
amabilidad mientras trataba de memorizar todas las órdenes que le daban en
cuanto a nuestra protección.
-Ya debemos irnos – mencionó Ángela después
de unos minutos, saliendo a conseguir un taxi.
Me acerqué a mi familia despidiéndome de
cada uno, con algo de tristeza. Finalmente, Ángela y yo arribamos al taxi,
después de acomodar las maletas en la cajuela. Me relajé en el asiento trasero,
viendo como se alejaba de mi vista el lugar que quizás jamás volvería a ver.
Fin del flashback
-¿Todo bien
amiga? – Ceci interrumpió abruptamente mis pensamientos
-Claro –
dije sonriendo mientras las lágrimas pugnaban por salir.
-A mí no me
engañas mujer, te conozco más que a nadie – dijo molesta tomando mi rostro,
atrapando una lágrima con la yema de un dedo.
-Cuando
fuimos a Guadalajara, volvió a ver a Ian – se metió Ángela.
-¡Cállate
Ángie! – Grité tristemente.
-¡No jodas!
– Dijo Ceci sorprendida - ¿otra vez estamos hablando de ESE? Han pasado cuatro
años, cuatro malditos años después de lo que pasó. Me parece imposible, ¿qué
sucedió?
-Dormí en su
cama – me reí ante la mirada de shock de mi amiga – no me malinterpretes. Como
no teníamos donde quedarnos, Ian nos ofreció su departamento, y ahí estuvimos
mientras permanecíamos en Guadalajara. Él durmió en el sillón – aclaré con
obviedad.
-Oh – dijo
Cecilia tapándose la boca sorprendida. - ¿Cambió?
-Está más
hermoso que nunca, ha madurado física y mentalmente – resoplé -Y no te puedo
negar, sentí cosas muy fuertes otra vez – toqué mi frente con dramatismo – lo
besé de nuevo después de tanto tiempo y…no puedo dejar de pensar en eso. Pero
nuestra historia terminó desde el momento en el que él lo decidió, hace cuatro
años concluyó el “nosotros” – finalicé cayendo en un profundo llanto.
Mis dos
amigas me observaron afligidas, me abrazaron calladamente. Yo decidí refugiarme
en su apoyo y borrar de mi corazón a Ian
y esta vez, para siempre.
Llegamos a
la casa de Eduardo, yo ya me encontraba de mejor humor. El hogar del chico era
bastante grande, y además poseía un hermoso jardín que parecía de cuentos de
hadas, ¿en realidad un hombre podía vivir solo, conservando una casa tan
pulcra?
Después de
bajar del auto, nos acercamos tímidamente a la puerta de la casa, Ceci tocó el
timbre. Me sentí repentinamente nerviosa, pues igual que a mis amigos de
Guadalajara, tenía mucho sin ver a Eduardo.
La puerta se
abrió y distinguimos a un alto muchacho de piel aceitunada, cabello ondulado,
facciones bastante bien definidas y pequeños ojos cafés.
-Hey, hola –
dije al fin viendo que todos los demás se habían sumergido en un silencio
incómodo – No ha pasado tanto tiempo, ¿a poco no me recuerdas? – reí.
-¡Como no te
voy a recordar! Qué agradable sorpresa – sonrió sin dejar de mirarme – pasen
por favor, dijo después de besar a cada una en la mejilla.
Eduardo
estaba realmente complacido por tenernos ahí, yo no dejé ni un minuto de
mirarlo curiosamente, algo en él era diferente, más bien todo era diferente.
Pero había una cosa en especial que a simple vista no podía distinguir por más
que me esforzara.
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