domingo, 29 de julio de 2012

Cuatro años hacia delante I


Al amanecer, puntualmente Ángela y yo estábamos en el aeropuerto. Carlo, Natalia e Ian nos acompañaban. Al observar la última mirada que Ian me lanzaba, sentí como me hundía poco a poco en la tristeza. Me acerqué lentamente a él y lo abracé con dolor, tratando inútilmente de fundirme en su cuerpo, para que así, permaneciéramos juntos toda la vida.
-Te quiero – Le susurré al oído antes de arrancar su mano de la mía y correr lejos de él, lejos otra vez.

Estando ya en el avión, me dediqué a llorar en silencio. Ángela me miraba angustiada y sin preguntar nada, me abrazó. Al poco tiempo, me quedé dormida acurrucada en sus brazos, pero después tuvo que despertarme puesto que habíamos llegado a nuestro nuevo destino. Me animé tratando de olvidar el pasado, de cualquier manera, yo ya tenía cierta experiencia en eso.
Al salir, pronto una amiga muy especial para mí nos recibió con una amplia sonrisa.

-¡Cecilia! – Grité con alegría corriendo hacia ella. Ambas nos sonreímos cómplices, felices de vernos.
-No puedo creerlo, finalmente volvemos a encontrarnos – Comentó Cecilia, riendo satisfecha.
-Lo sé Ceci, ¡es increíble! Te quiero, tonta – me reí.

Nos dirigimos a la casa de Cecilia. Ángela y yo acomodamos nuestras cosas amenamente.

-¿Y bien? ¿Ahora qué hacemos? – pregunté a las chicas.
-Pues – respondió Ceci – Si quieres podemos visitar a Eduardo.
- ¿El loco ese? – Dije entre risas - ¿a poco todavía existe? – más risas ahora por parte de las tres.
-Claro – replicó – apuesto a que estaría encantado de verte – a este punto me puse totalmente colorada.
-¿Qué ha sido de él? – pregunté de forma casual.
-No mucho, ahí sigue, la verdad no tengo demasiado que contar – suspiró.
- De acuerdo, ¡vamos a verlo! – agregó Ángela.
-De hecho, le avisé que venían y le prometí que iríamos a verlo – se sonrojó Cecilia.
-Diste por hecho que nosotros aceptaríamos – fingí enojo – da igual, vamos.

Después de ducharnos y arreglarnos, fuimos directo al auto de Ceci. En el camino a ver a Eduardo, miré hacia la ventanilla con melancolía, no podía borrar de mi cabeza aquel último beso que Ian me había regalado, el sabor exquisito y embriagador de sus labios aun quemaban los míos, me esforcé por no llorar.


Flashback

El sonido irritante de la alarma de mi celular comenzó a inundar la habitación, apreté los ojos con fuerza y oculté mi rostro entre las sábanas. De pronto, mi cerebro empezó a captar los recuerdos y lo que significaba este día. Lancé la colcha que ahora me aprisionaba, al suelo y observé a mí alrededor con una radiante sonrisa. Me erguí dirigiéndome al baño, me metí a la tina tratando de serenarme un poco, cavilé; hoy era un día muy importante y especial, pues yéndome de esta horrible ciudad, viajaría al encuentro de nuevos lugares, a tener nuevas aventuras  y una nueva vida, al lado de mi mejor amiga Ángela. Pero sobretodo, volvería a ver a viejos amigos de la adolescencia y a uno en especial que creí que jamás volvería a ver, pero esa es otra historia.
Me apresuré a vestirme con ropa cómoda, ya que el primer viaje sería algo pesado. Salí del cuarto, tomé un par de maletas que estaban en una esquina de la recámara, con mis ojos acuosos y fuera de sus órbitas.
El olor a comida que se despedía de la cocina hizo alterar mi nariz y estómago con alegría e impaciencia. Bajé de las escaleras y miré excitada de un lado a otro. Busqué a mi familia y me encontré con mi madre que preparaba apresurada el desayuno.

-Hola mamá – saludé con voz ansiosa.
-¿Ya estás lista? – Me preguntó ignorando mi saludo – tu amiga no tarda en llegar y el vuelo saldrá pronto.
- Sí mamá, ya tengo todo preparado, no te preocupes. ¿Y los demás?
-Enseguida bajan – fue lo único que contestó en cuanto comenzó a servir el desayuno.

Mientras comía, insistía en mirar el reloj con nerviosismo. Me moría de ganas por irme y comenzar mis aventuras con mis deliciosos destinos. El timbre de la casa me hizo brincar del susto, corrí, suspiré dos veces con fuerza y entreabrí la puerta. Ahí estaba mi casi hermana, alta, de tez bronceada y ojos negros, con su cabello cayendo en picada. Me miró justamente como la miré yo, con los ojos brillantes y emocionados, con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Hermanita! – Le grité mientras la abrazaba – aún no puedo creer que finalmente cumpliremos nuestro sueño de viajar por el mundo entero – balbuceé.
- Yo tampoco – respondió dándome un beso en la frente – te prometí que lo cumpliríamos y aquí estoy – me abrazó con más fuerza.

Me sentía por demás nerviosa, continuamos con la misma mirada especial mientras la invitaba a entrar a mi hogar, encantada de tenerla conmigo. Ángela saludó a mis padres y hermanos con amabilidad mientras trataba de memorizar todas las órdenes que le daban en cuanto a nuestra protección.

-Ya debemos irnos – mencionó Ángela después de unos minutos, saliendo a conseguir un taxi.


Me acerqué a mi familia despidiéndome de cada uno, con algo de tristeza. Finalmente, Ángela y yo arribamos al taxi, después de acomodar las maletas en la cajuela. Me relajé en el asiento trasero, viendo como se alejaba de mi vista el lugar que quizás jamás volvería a ver.

Fin del flashback

-¿Todo bien amiga? – Ceci interrumpió abruptamente mis pensamientos
-Claro – dije sonriendo mientras las lágrimas pugnaban por salir.
-A mí no me engañas mujer, te conozco más que a nadie – dijo molesta tomando mi rostro, atrapando una lágrima con la yema de un dedo.
-Cuando fuimos a Guadalajara, volvió a ver a Ian – se metió Ángela.
-¡Cállate Ángie! – Grité tristemente.
-¡No jodas! – Dijo Ceci sorprendida - ¿otra vez estamos hablando de ESE? Han pasado cuatro años, cuatro malditos años después de lo que pasó. Me parece imposible, ¿qué sucedió?
-Dormí en su cama – me reí ante la mirada de shock de mi amiga – no me malinterpretes. Como no teníamos donde quedarnos, Ian nos ofreció su departamento, y ahí estuvimos mientras permanecíamos en Guadalajara. Él durmió en el sillón – aclaré con obviedad.
-Oh – dijo Cecilia tapándose la boca sorprendida. - ¿Cambió?
-Está más hermoso que nunca, ha madurado física y mentalmente – resoplé -Y no te puedo negar, sentí cosas muy fuertes otra vez – toqué mi frente con dramatismo – lo besé de nuevo después de tanto tiempo y…no puedo dejar de pensar en eso. Pero nuestra historia terminó desde el momento en el que él lo decidió, hace cuatro años concluyó el “nosotros” – finalicé cayendo en un profundo llanto.
Mis dos amigas me observaron afligidas, me abrazaron calladamente. Yo decidí refugiarme en su apoyo y  borrar de mi corazón a Ian y esta vez, para siempre.
Llegamos a la casa de Eduardo, yo ya me encontraba de mejor humor. El hogar del chico era bastante grande, y además poseía un hermoso jardín que parecía de cuentos de hadas, ¿en realidad un hombre podía vivir solo, conservando una casa tan pulcra?
Después de bajar del auto, nos acercamos tímidamente a la puerta de la casa, Ceci tocó el timbre. Me sentí repentinamente nerviosa, pues igual que a mis amigos de Guadalajara, tenía mucho sin ver a Eduardo.
La puerta se abrió y distinguimos a un alto muchacho de piel aceitunada, cabello ondulado, facciones bastante bien definidas y pequeños ojos cafés. 
-Hey, hola – dije al fin viendo que todos los demás se habían sumergido en un silencio incómodo – No ha pasado tanto tiempo, ¿a poco no me recuerdas? – reí.
-¡Como no te voy a recordar! Qué agradable sorpresa – sonrió sin dejar de mirarme – pasen por favor, dijo después de besar a cada una en la mejilla.

Eduardo estaba realmente complacido por tenernos ahí, yo no dejé ni un minuto de mirarlo curiosamente, algo en él era diferente, más bien todo era diferente. Pero había una cosa en especial que a simple vista no podía distinguir por más que me esforzara. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario