martes, 1 de octubre de 2013

El pozo de humo.

La gente seguía igual, supongo que el silencio sentaba bien en una ciudad que albergaba semejante maligno ser, de fuera. Envuelta en sueños me vi allí, con los siete niños; y yo volvía a tener once años. El pelirrojo me observaba ansioso, la niña pecosa me evaluaba, el corpulento su reacción apenaba, el de piel parda me sonreía, el de enormes anteojos solo cruzaba los brazos, el elegante negaba con la cabeza repetidas veces. Y el más pequeño solo respiraba con angustia. ¿Por qué estaba ahí? Justo ahora, con aquellas flores extravagantes y el rumor del agua. Con el sentir de sus ojos sobre mí, no sabía si representaba LA amenaza. Pero entonces todos se tomaron de la mano y me uní, como la pieza faltante. Sabía entonces que éramos nosotros contra aquel embrujado lugar. Descubrí que se podía existir dentro del dolor, a pesar del dolor.

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