domingo, 9 de septiembre de 2012

Darien el payaso II


Erin se asustó aún más, no encontraba una explicación lógica para lo que veía. Se talló los ojos intentando borrar la imagen, pero en cambio, tenía a Darien más cerca de ella.
-Aléjese – chilló ella.
-No te haré daño – sonrió el payaso – confía en mí.
-¿Qué quieres?
-Ayudarte – dijo Darien – he visto cómo has sufrido por culpa de esos insolentes e idiotas niños. Ellos no comprenden – carraspeó – ellos no son especiales como tú.
-No soy especial – Erin agachó la cabeza – nunca lo he sido.
-Al contrario – respondió el payaso – Tú eres especial, por eso no encajas en este mundo. Si me obedeces sin chistar, puedo llevarte a mi mundo mágico, en donde serás amada siempre.
-En el mundo mágico, ¿no me molestarán? ¿Tendré amigos? – Preguntó la inocente pelirroja.
-Miles de amiguitos con los cuales compartirás grandes aventuras, te lo aseguro. Nadie te molestará, al contrario, te honrarán.
-¿Qué tengo que hacer Darien? Por favor, por favor, llévame ahí. No soporto más estar aquí – suplicó Erin ante la sonrisa de suficiencia del payaso.
-Por lo pronto, dame la mano para confirmar nuestro trato. Eso sí, una vez aceptado, tienes que cumplir con todo lo que yo ordene. Y te prometo, te llevaré al mundo mágico. ¿Estamos?
-De acuerdo – dijo la niña apretando la mano fría de Darien.
-Ahora debo irme – dijo el payaso – pero volveré con tu primera misión. Toma – le entregó una pulsera de color negro – no te la quites por nada, o algo malo podría pasar.
Erin se colocó la pulsera en la muñeca izquierda y al alzar la mirada, Darien había desaparecido siendo reemplazado por la figura de su abuelo.
-¿Qué haces niña? – preguntó el viejo asustado. Erin tenía un cuchillo en la mano que le había dejado una pequeña laceración en forma de triángulo, precisamente en la muñeca izquierda.
-Am – balbuceó la niña extrañada también – yo…quería cortar fruta y me lastimé accidentalmente.
-No vuelvas a tocar los cuchillos – dijo el abuelo llevándose el objeto para después dirigirse a ver la televisión.
¿Qué había  pasado en realidad? Erin creyó que se había vuelto loca.
Al anochecer, después de haber terminado su tarea, Erin se dio un baño. Notó que su herida, extrañamente ya se había vuelto una cicatriz. Confundida terminó de bañarse y se dirigió a la cama. Esa noche, las pesadillas no la dejaron descansar.

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