Erin se
asustó aún más, no encontraba una explicación lógica para lo que veía. Se talló
los ojos intentando borrar la imagen, pero en cambio, tenía a Darien más cerca
de ella.
-Aléjese –
chilló ella.
-No te haré
daño – sonrió el payaso – confía en mí.
-¿Qué
quieres?
-Ayudarte –
dijo Darien – he visto cómo has sufrido por culpa de esos insolentes e idiotas
niños. Ellos no comprenden – carraspeó – ellos no son especiales como tú.
-No soy
especial – Erin agachó la cabeza – nunca lo he sido.
-Al
contrario – respondió el payaso – Tú eres especial, por eso no encajas en este
mundo. Si me obedeces sin chistar, puedo llevarte a mi mundo mágico, en donde
serás amada siempre.
-En el mundo
mágico, ¿no me molestarán? ¿Tendré amigos? – Preguntó la inocente pelirroja.
-Miles de
amiguitos con los cuales compartirás grandes aventuras, te lo aseguro. Nadie te
molestará, al contrario, te honrarán.
-¿Qué tengo
que hacer Darien? Por favor, por favor, llévame ahí. No soporto más estar aquí –
suplicó Erin ante la sonrisa de suficiencia del payaso.
-Por lo
pronto, dame la mano para confirmar nuestro trato. Eso sí, una vez aceptado,
tienes que cumplir con todo lo que yo ordene. Y te prometo, te llevaré al mundo
mágico. ¿Estamos?
-De acuerdo –
dijo la niña apretando la mano fría de Darien.
-Ahora debo
irme – dijo el payaso – pero volveré con tu primera misión. Toma – le entregó
una pulsera de color negro – no te la quites por nada, o algo malo podría
pasar.
Erin se
colocó la pulsera en la muñeca izquierda y al alzar la mirada, Darien había
desaparecido siendo reemplazado por la figura de su abuelo.
-¿Qué haces
niña? – preguntó el viejo asustado. Erin tenía un cuchillo en la mano que le
había dejado una pequeña laceración en forma de triángulo, precisamente en la
muñeca izquierda.
-Am –
balbuceó la niña extrañada también – yo…quería cortar fruta y me lastimé
accidentalmente.
-No vuelvas
a tocar los cuchillos – dijo el abuelo llevándose el objeto para después
dirigirse a ver la televisión.
¿Qué
había pasado en realidad? Erin creyó que
se había vuelto loca.
Al
anochecer, después de haber terminado su tarea, Erin se dio un baño. Notó que su
herida, extrañamente ya se había vuelto una cicatriz. Confundida terminó de
bañarse y se dirigió a la cama. Esa noche, las pesadillas no la dejaron
descansar.
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