sábado, 8 de septiembre de 2012

Cuatro años hacia delante VII


-Fin del juego – dijo Eduardo y yo abrí los ojos extrañada, en lugar de sus labios ahora me ofrecía su mano. La tomé y me ayudó a levantarme. Me sentí incómoda y no supe qué decir. Dios, iba a besar a mi mejor amigo y presumía de amar a Ian, ¿qué demonios pasaba conmigo?
Eddie me dio la espalda, me dejé caer en el sillón. Creí que se había molestado y sentí un nudo en la garganta que comenzaba a sofocarme. Pero de pronto, Eddie se volvió a mí con una sonrisa.

-¿Todo bien? – Indagué
-Mejor que nunca – respondió ampliando aún más su sonrisa - ¿Quieres bailar?
-¿Bailar? – Solté una risita - ¿apoco ya aprendiste?
-Obviamente – dijo ofendido – ya no soy tan torpe como antes, aunque no lo creas.
-Demuéstramelo – sonreí coquetamente de forma involuntaria.

Eduardo me miró de la misma forma en que yo lo veía, se dirigió al aparato de música y colocó un disco. La música comenzó a inundar la sala de forma bastante romántica.
“Va a pasar algo ya verás, no tienes por qué disimular. Sé muy bien a dónde vas y no me pienso quedar atrás. Va a pasar algo ya lo sé, siento la estática en la piel, tus ojos no saben mentir, son como un faro para mí...”
Miré al chico que tenía enfrente con una mezcla de dulzura y de recuerdos arremolinados en mi cabeza. Me levanté y me colgué en sus hombros, él me tomó de la cintura y nos empezamos a mover con gracia por la enorme sala. El chico había cambiado muchísimo, su manera de bailar era exquisita y mágica, sentí que mis pies se despegaban del suelo.
“Cierra la puerta y déjame tocar una canción de viejos amores con tus manos. Tal vez debíamos aceptar que nos perdimos y ya está. Y es que estamos como locos intentando apagar toda la luz que nace cuando nos miramos…”
Seguimos moviéndonos en la pista improvisada, al ritmo de la música que cada vez exigía más movimientos. Solamente me dejé guiar por Eduardo que hundía su nariz en mi cabello.
 -¿Qué decías sobre mi forma de bailar? – me susurró causándome escalofrío.
-Que es usted un maestro del baile – me reí y continuamos nuestra danza.
“… ¿Qué sabemos del amor? ¿Por qué brillamos tú y yo? Y la pregunta es la razón. Porque tuvimos que llegar, porque seguimos más allá. Tal vez sería el momento de escapar, tal vez debíamos aceptar que nos perdimos y ya está.”
La canción terminó pero Eduardo y yo seguimos moviéndonos al compás de una melodía imaginaria. Hasta que después de varios minutos, nos separamos.

-Guau Eduardo, me has sorprendido por completo – Murmuré.
-Gracias – rió – estuve practicando para cuando te volviera a ver.
-Eres hermoso – dije despeinándolo un poco – De verdad lo eres.

Flashback (FINAL)

El sonidito estúpido de un pájaro en la ventana me hizo despertar de golpe a mitad de la noche. Me levanté desprotegiéndome de las cómodas sábanas y me asomé a ahuyentar al animal. Ese pájaro tonto se fue y con él se llevó mis ganas de dormir. Traté en vano de volver a conciliar el sueño, pero no lo logré y para colmo me dio sed. Salí de la recámara y me aventuré a la cocina, al entrar tomé un pequeño vaso de un almacén, serví agua, me senté y bebí con paciencia. De la nada recordé mi beso con Ian y escupí el agua de mi boca, me reí de mí misma. Todavía no podía creer lo estúpida que había sido, pero también, el inmenso amor con el que había cometido ese acto. Instintivamente coloqué mis dedos en los labios, reviviendo el momento.

-¿Sin sueño? – preguntó una voz en mi oído que hizo que pusiera los ojos como platos y lanzara un grito ahogado. Alcé la mirada y precisamente, sí, era Ian que se rascaba la cabeza, confundido. Poco a poco se acercó a mí y se sentó a mi lado.
-Me espantaste – exclamé - ¿te desperté?
-No, no te preocupes, yo tampoco puedo dormir – me sonrió.
-Ah.

Permanecimos en silencio por varios minutos, tenerlo tan cerca era algo que me ponía nerviosa, haciéndome recordar por milésima vez, el pasado. Un pasado que me estrujaba los sesos, me mataba. Sentí volverme cenizas, con la ironía de que ese hombre que tanto me había lastimado ahora me sonreía con ternura a escasa distancia de mí. Tan cerca, tan atrayente. Pero no volvería a caer.

-¿En qué piensas? – Dijo Ian tocando mi hombro.
-Me acuerdo de locuras – reí.
-Yo también – imitó mi risa.
-Es raro, volver a tenerte de frente – resoplé.
-¿Recuerdas lo bien que la pasábamos? – Dijo Ian.
-Sí – sonreí – todo era perfecto.
-Eras mi chillona.
-Y tú mi tremendo idiota – ambos reímos. – Pero todo se truncó.
-Te quería de verdad – me miró Ian con los ojos acuosos.
-No empieces Ian, a estas alturas no repitas tus mentiras – solté agachando la mirada.
-No miento.
-Sí, lo haces todo el tiempo – me quejé.
-¡No lo hice! Nunca me dejaste explicarte….
-Cállate de una vez Ian. Eso pasó hace demasiado tiempo, ya no vale la pena discutirlo. No luchaste por mí. Decidí irme y tú…no me detuviste. – Lloré sin poder contenerme más.
-¡Sufrí mucho por tu ausencia! Yo…creí que no me querías más, por eso te dejé en paz – tomó de mi muñeca, totalmente irritado.
-¡¿Sufriste?! – Grité – No sabes, no tienes idea de lo que es sufrir. Yo te amaba pero no te importó – sollocé.
-Intenté hablarte, pero tú me cerraste el paso.
-Yo siempre estuve esperándote. Te ofrecí todo lo que poseía o podría poseer y me escupiste en la cara con tu engaño.
-Pero yo jamás te…- suspiró – Perdóname por todo el daño que te hice, perdóname, perdóname, perdóname mi amor. – me abrazó.

Sus manos comenzaron a rodearme, me sentí como una niña pequeña a la que estaban consolando porque se le rompió su juguete nuevo. El latido de su corazón me ubicó en un mar de fantasías. Y el estúpido de Ian, volvió a besarme. Y me perdí. Sonreí, entonces una paz comenzó a florecer de mi pecho. No sé de qué forma explicarlo, pero me sentí en libertad. Empujé a Ian y le propiné una cachetada, la cual disfruté. Después de tantos años, la respiración se me hizo amena, no podía creerlo.

-Hace mucho que te perdoné Ian – acaricié su roja mejilla – te amo – él sonrió entusiasmado – Pero nuestra historia ya fue – sonreí yo – Fue una historia hermosa, la mejor. Fuiste el hombre de mi vida Ian, pero no nacimos para estar juntos. Nunca voy a olvidarte corazón. – lloré sin dolor.
-¿Tanto me aborreces? – Preguntó con voz quebrada. Estaba llorando. Nunca lo había visto llorar así. Por un momento me quise echar para atrás.
-Te amo – le recordé – lo que viví contigo no se repetirá jamás, siempre ocuparás un lugar especial, y de hecho el más grande, en mi corazón.
-Yo también te amo – respondió resignado.
Me acerqué y lo besé a modo de despedida.

Fin del flashback


No hay comentarios:

Publicar un comentario