-Fin del
juego – dijo Eduardo y yo abrí los ojos extrañada, en lugar de sus labios ahora
me ofrecía su mano. La tomé y me ayudó a levantarme. Me sentí incómoda y no
supe qué decir. Dios, iba a besar a mi mejor amigo y presumía de amar a Ian,
¿qué demonios pasaba conmigo?
Eddie me
dio la espalda, me dejé caer en el sillón. Creí que se había molestado y sentí
un nudo en la garganta que comenzaba a sofocarme. Pero de pronto, Eddie se
volvió a mí con una sonrisa.
-¿Todo
bien? – Indagué
-Mejor que
nunca – respondió ampliando aún más su sonrisa - ¿Quieres bailar?
-¿Bailar? –
Solté una risita - ¿apoco ya aprendiste?
-Obviamente
– dijo ofendido – ya no soy tan torpe como antes, aunque no lo creas.
-Demuéstramelo
– sonreí coquetamente de forma involuntaria.
Eduardo me
miró de la misma forma en que yo lo veía, se dirigió al aparato de música y
colocó un disco. La música comenzó a inundar la sala de forma bastante
romántica.
“Va a pasar algo ya verás, no tienes por qué
disimular. Sé muy bien a dónde vas y no me pienso quedar atrás. Va a pasar algo
ya lo sé, siento la estática en la piel, tus ojos no saben mentir, son como un
faro para mí...”
Miré al
chico que tenía enfrente con una mezcla de dulzura y de recuerdos arremolinados
en mi cabeza. Me levanté y me colgué en sus hombros, él me tomó de la cintura y
nos empezamos a mover con gracia por la enorme sala. El chico había cambiado
muchísimo, su manera de bailar era exquisita y mágica, sentí que mis pies se
despegaban del suelo.
“Cierra la puerta y déjame tocar una canción
de viejos amores con tus manos. Tal vez debíamos aceptar que nos perdimos y ya
está. Y es que estamos como locos intentando apagar toda la luz que nace cuando
nos miramos…”
Seguimos
moviéndonos en la pista improvisada, al ritmo de la música que cada vez exigía
más movimientos. Solamente me dejé guiar por Eduardo que hundía su nariz en mi
cabello.
-Que es
usted un maestro del baile – me reí y continuamos nuestra danza.
“… ¿Qué sabemos del amor? ¿Por qué brillamos
tú y yo? Y la pregunta es la razón. Porque tuvimos que llegar, porque seguimos
más allá. Tal vez sería el momento de escapar, tal vez debíamos aceptar que nos
perdimos y ya está.”
La canción
terminó pero Eduardo y yo seguimos moviéndonos al compás de una melodía
imaginaria. Hasta que después de varios minutos, nos separamos.
-Guau Eduardo,
me has sorprendido por completo – Murmuré.
-Gracias –
rió – estuve practicando para cuando te volviera a ver.
-Eres
hermoso – dije despeinándolo un poco – De verdad lo eres.
Flashback (FINAL)
El sonidito estúpido de un pájaro en la
ventana me hizo despertar de golpe a mitad de la noche. Me levanté
desprotegiéndome de las cómodas sábanas y me asomé a ahuyentar al animal. Ese
pájaro tonto se fue y con él se llevó mis ganas de dormir. Traté en vano de
volver a conciliar el sueño, pero no lo logré y para colmo me dio sed. Salí de
la recámara y me aventuré a la cocina, al entrar tomé un pequeño vaso de un
almacén, serví agua, me senté y bebí con paciencia. De la nada recordé mi beso
con Ian y escupí el agua de mi boca, me reí de mí misma. Todavía no podía creer
lo estúpida que había sido, pero también, el inmenso amor con el que había
cometido ese acto. Instintivamente coloqué mis dedos en los labios, reviviendo
el momento.
-¿Sin sueño? – preguntó una voz en mi oído que
hizo que pusiera los ojos como platos y lanzara un grito ahogado. Alcé la
mirada y precisamente, sí, era Ian que se rascaba la cabeza, confundido. Poco a
poco se acercó a mí y se sentó a mi lado.
-Me espantaste – exclamé - ¿te desperté?
-No, no te preocupes, yo tampoco puedo dormir –
me sonrió.
-Ah.
Permanecimos en silencio por varios minutos,
tenerlo tan cerca era algo que me ponía nerviosa, haciéndome recordar por
milésima vez, el pasado. Un pasado que me estrujaba los sesos, me mataba. Sentí
volverme cenizas, con la ironía de que ese hombre que tanto me había lastimado
ahora me sonreía con ternura a escasa distancia de mí. Tan cerca, tan atrayente.
Pero no volvería a caer.
-¿En qué piensas? – Dijo Ian tocando mi
hombro.
-Me acuerdo de locuras – reí.
-Yo también – imitó mi risa.
-Es raro, volver a tenerte de frente –
resoplé.
-¿Recuerdas lo bien que la pasábamos? – Dijo Ian.
-Sí – sonreí – todo era perfecto.
-Eras mi chillona.
-Y tú mi tremendo idiota – ambos reímos. –
Pero todo se truncó.
-Te quería de verdad – me miró Ian con los
ojos acuosos.
-No empieces Ian, a estas alturas no repitas
tus mentiras – solté agachando la mirada.
-No miento.
-Sí, lo haces todo el tiempo – me quejé.
-¡No lo hice! Nunca me dejaste explicarte….
-Cállate de una vez Ian. Eso pasó hace
demasiado tiempo, ya no vale la pena discutirlo. No luchaste por mí. Decidí
irme y tú…no me detuviste. – Lloré sin poder contenerme más.
-¡Sufrí mucho por tu ausencia! Yo…creí que no
me querías más, por eso te dejé en paz – tomó de mi muñeca, totalmente
irritado.
-¡¿Sufriste?! – Grité – No sabes, no tienes
idea de lo que es sufrir. Yo te amaba pero no te importó – sollocé.
-Intenté hablarte, pero tú me cerraste el
paso.
-Yo siempre estuve esperándote. Te ofrecí todo
lo que poseía o podría poseer y me escupiste en la cara con tu engaño.
-Pero yo jamás te…- suspiró – Perdóname por
todo el daño que te hice, perdóname, perdóname, perdóname mi amor. – me abrazó.
Sus manos comenzaron a rodearme, me sentí como
una niña pequeña a la que estaban consolando porque se le rompió su juguete
nuevo. El latido de su corazón me ubicó en un mar de fantasías. Y el estúpido
de Ian, volvió a besarme. Y me perdí. Sonreí, entonces una paz comenzó a
florecer de mi pecho. No sé de qué forma explicarlo, pero me sentí en libertad.
Empujé a Ian y le propiné una cachetada, la cual disfruté. Después de tantos
años, la respiración se me hizo amena, no podía creerlo.
-Hace mucho que te perdoné Ian – acaricié su
roja mejilla – te amo – él sonrió entusiasmado – Pero nuestra historia ya fue –
sonreí yo – Fue una historia hermosa, la mejor. Fuiste el hombre de mi vida
Ian, pero no nacimos para estar juntos. Nunca voy a olvidarte corazón. – lloré sin
dolor.
-¿Tanto me aborreces? – Preguntó con voz
quebrada. Estaba llorando. Nunca lo había visto llorar así. Por un momento me
quise echar para atrás.
-Te amo – le recordé – lo que viví contigo no
se repetirá jamás, siempre ocuparás un lugar especial, y de hecho el más
grande, en mi corazón.
-Yo también te amo – respondió resignado.
Me acerqué y lo besé a modo de despedida.
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