martes, 2 de abril de 2013

Una pequeña luz

Elena despertó entre las sábanas de color rosa pálido, el aroma del perfume de David le dominaba el cuerpo haciéndola sonreír en medio de un suspiro. Se talló los ojos y bostezó, colocó su cabello negro y lacio sobre su hombro izquierdo; la noche anterior había sido maravillosa, hasta le parecía irreal.
Ella y David habían unido sus cuerpos para consumar el descomunal amor que sentían. Elena amaba a aquel muchacho de tez blanca y ojos verdes. Y David, por supuesto, no podía adorar más a la joven, tan bella, tan para él.
Esa noche David la había despojado del vestido rojo, le había arrancado la ropa interior y al son de los jadeos, los suspiros, el ritmo acelerado de sus corazones; entró en ella para quedarse. A deshoras Elena le obsequió la magia de la embriagadora belleza de su cuerpo desnudo, besos tan necesarios, caricias exactas, cuerpos transpirados. David alcanzó el éxtasis dedicándole a ella un te amo, al mismo tiempo Elena alcanzó el cielo.

— Buenos días — dijo David suavemente, haciendo que Elena perdiera el hilo de sus recuerdos.
— Buenos días, querido mío — rió ella acariciándole la mejilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario