viernes, 22 de noviembre de 2013

La poesía me estorba.

9:55pm

Escribo mientras escucho sus gritos, las justificaciones. Después llega el silencio y el cristal. No hay nada más que hacer, me queda muy poco por decir. Alrededor todo resulta amargo, recuerdo cada medicamento y abrazo la almohada.

Los sentimientos son inútiles, las lágrimas no me sirven de nada. Leo mil veces el mismo poema que no ofrece respuestas, que no brinda aliento.

Ella expresa molestia, no comprende palabras. Todo estará mal. Funesto.

10:01pm.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Ansiedad.

4:28 pm

Esta vez quisiera hablar un poco más de mí. De la verdadera. Sé que me invento tragedias para escribir poesía, pero creo que por cada poema existirá un trozo de realidad. No hay coincidencias en la poesía, la marea, y el café.

A veces ni yo misma descifro lo que siento, lo que intento. Soy una rara clase de sube y baja emocional. Llego a mortificar a mi pareja aún sin desearlo, para después volverme dulce y vulnerable.

Entiendo que no puedo expresar detalles, pero siempre es bueno escribir. Aunque pocos me leen, a pesar de que solo algunos me entienden... Es bueno escribir.

Experimento sensaciones inexplicables, dolor profundo y alegría ansiosa. Todo debe ser perfecto. Cada cosa debe estar en su lugar.

No más caos, obsesiva.

4:45pm

martes, 12 de noviembre de 2013

Ideas sueltas|Novela| 2

Para Ian:

Mi amor, me dueles. Siempre fuiste mi ángel, mi protector. Cada día velabas por mi corazón.  A veces el destino puede ser injusto. ¿Por qué no me detuviste? Nunca debiste dejarme ir, ¡nunca! Debiste insistir y no encubrir a Fany. Yo hubiera confiado ciegamente en ti, amor mío. Te amaba... Y puedo decir que aún te amo.

No puedo comprender por qué Fany tuve que ser tan cruel. Nos separó del modo más despiadado.

En cuatro años no pude olvidar esos besos que me dabas, besos que embriagaban. En cuatro años no pude olvidar tu rostro, ni desechar el dulce aroma que emanaba de tu piel, no pude borrar cada caricia y cada una de las risas, o los "Te amo". Ni cien años podrían ayudarme a sacarte de mi alma. Ahora lo sé, y lo acepto.

¿Adónde te fuiste ahora, Ian? ¿Por dónde empezaré a buscarte? ¿Cómo le hago para que me devuelvas la vida?

Ian, donde sea que estés, espero que pienses en mí.

Te voy a encontrar, mi amor. Te voy a encontrar.

Ella.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Ideas sueltas|Novela

Era un recuerdo curioso, ambos estaban bajo los efectos del alcohol. Y la demostración de afecto, poco o nada incomodó a sus amigos. Al contrario, es que ya estaban acostumbrados a sus arrumacos.

Ian: ¿Vamos a la recámara?

Ella: Quita tu sonrisa cínica de satisfación, no pasará nada.

Ian: Oye amor, ¿por qué piensas que soy una máquina de perversión y lujuria? Yo solo imaginaba besos inocentes... Estás enferma.

Ella: Ja, ja.

Ian: Ya, mi amor. Ándale, vamos ¿sí?

Ella: Nada de manoseos, eh.

Ian: No prometo nada.

Ian la ayudó a levantarse del sillón anaranjado, ambos reían. Se dirigieron a la habitación.

Ella: Ian, te amo.

Ian: Y yo te amo a ti, preciosa.

Ella: ¿Si un día dejaras de amarme...

Ian: Sh.

Ella: Me gustaría saberlo.

Se colocó un cigarrillo en la boca. Tosió en medio de una calada, Ian se burló y le arrebató el cigarrillo.

Ian: Deja de pensar tonterías, ¿ok? Siempre te voy a amar. Y vas a incluso hartarte de mi presencia.

Ella: ¡Eso nunca!

Ian: Te amo.

Ambos se quedan dormidos después de algunos besos.

...

Cuando sabes que tomaste la decisión correcta, aún así hiere. De verdad resulta doloroso.

Ian: Tú sabes que me amas. Nuestro amor es infinito, ¿por qué te cuesta tanto volver conmigo?

Ella: Todavía no creo por completo en tu palabra.

Ian: ¿Qué más tengo que hacer para que me creas?

Ella: Ya no sé si eres lo que necesito.

Ian: Mientes, lo veo en tus ojos.

...

Despedida.

3:45pm

Esta es mi última carta, y espero, las últimas lágrimas. Esta es la última vez que te recuerdo con dolor. "Último" qué difícil palabra, no sé cómo describirla. Tal vez los finales felices no existen, pero haré un esfuerzo por sonreír esta noche.

No deseo llenarme de más rencor, ni soñar con el sonido vago de tu voz, tampoco quiero prometerme ni esperanzarme. Lo único que necesito es recuperarme a mí misma y permitirte que te recuperes. Le digo adiós a los enojos amorosos, al insomnio y a las pastillas que solo agravan la tristeza, el vacío. No solo me despido de ti hoy, me despido de los planes, de las estrategias, de la espera. Te pido perdón y te perdono. Liberémonos.

Me demostraste que el amor sí existe, me enseñaste a quererte a pesar de tus lados difíciles. Aprendí tanto de ti, tanto.

Sé que los últimos días fueron difíciles, la tensión me acobardó muchas ocasiones, el estrés de la distancia me ganó la batalla. Antes, amarte resultaba tan fácil como respirar.

Hoy te digo adiós para siempre, aunque una parte de mí estará eternamente contigo. Algo de mí se hizo tuyo, algo de ti se hizo mío. Me agrada pensar que es así.

Escribiendo esta carta, sonrío. Y lloro, y río con ganas para después volver a llorar. ¡Te digo adiós para siempre! Me libero, te libero.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Disco rayado.

4:26pm

Es complicado, pero debo recordar quien eres tú, independiente a mí y de lo que hallé en un nosotros. Tú, muchacho desorientado, de emociones furiosas que no se detienen ni por la lágrima de su ser amado.

Sé que a partir de ahora me centraré en mi vida, sin embargo hoy deseo hablar un poco de ti. Muchacho altanero de piel aceitunada. No es nada de lo que me deba sorprender, pero no resulta grato. ¿Existen culminaciones gratas? Ah muchacho, tu escudo es la exaltación, las mujeres, la venganza disfrazada. Tachas las palabras hermosas. Dices, es mentira. Ya no puedo mirarte a los ojos. 

Mencionándome, mi escudo es la debilidad y la fortaleza, algunos poemas, novelas extraordinariamente absurdas. No lloraré, ni siquiera pude hacerlo por Él. Mi escudo me mantendrá siempre al margen.

Muchacho extraño, no sé qué más excusas inventar para justificarte, ni qué metáfora utilizar para embellecer tus acciones erradas. Quiero escribir sobre ti, ideando escenarios tragirománticos de lo que eres. Engañaría a mis lectores para ti. Hoy no.

Esta vez hablo del muchacho de ojos oscuros, el que desborda sentimientos. El que hiere y después finge demencia.

Joven, te recuerdo como quiero. Te exagero. Porque puedo.

5:10pm.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

El frío de cada noche.

12:37am.

Una nueva noche lejos de él. Desearía que todo fuese distinto, pero es exactamente igual. El frío hace acto de presencia, y acabo de recibir un mensaje suyo. Eso me vuelve todavía más frágil, más vulnerable. ¿Por qué no comprenderá que me hace sufrir?

Me siento un poco valiente y otro poco cobarde; sé tomar decisiones difíciles, pero en ocasiones no logro mantenerme firme respecto a ellas. Me dejo llevar, me desplomo, me equivoco. Te amo, pero no. Soy solo fragmentos. Despojos. Miseria emocional.

Esta noche me encierro a escribir. Leo y escribo en un círculo vicioso. Cómo sé disfrutar y llorar la música de Sebastian Larsson.

La ventana ofrece una preciosa vista, un paisaje que no puedo tocar. ¿Será una representación burlona del significado de mi vida? El paisaje en mi vida ¿qué es? ¿la felicidad que me invento? Comienzo a hartarme de los libros.

Mi amor es extraño, es complicado. Tengo que mantenerlo en silencio, convencerme a mí misma de que los recuerdos no me dañan, de que disfruto mi presente. Y hasta creo que ellos me admiran: río con bastante naturalidad.

Se sorprenden. Es que me levanto alegre todos los días, me baño minuciosamente, arreglo mi cabello lo mejor que puedo, experimento en la cocina, leo, escucho la radio, salgo de casa, vuelvo a ella,  llego a la cama. El llanto silencioso no incomoda a nadie y purifica. Espero.

Hallé más ocupación en escribir a mano, es agradable. Disfruto del aire fresco aunque de a poco me estremezco. Lo extraño tanto y me amarga la idea de que no sirve de nada. Lo sé.

Incluso decidí dejar en paz a Stephen King para complacer un poco a mis amigos. Leo libros de romance entre niñas tímidas y hombres guapos y engreídos. Los leo como antes los leía, no han cambiado a pesar de que yo sí.

Esto es confuso, hiriente; pero me sacrifico por amor a alguien. Sé que no me equivoqué, aún así el proceso es difícil. Entiendo todo y relleno los huecos con mil planes. Pocos me leen y algunos nada saben del porqué esto escribo.

1:08am.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Papel tapiz

Otra vez me dejé llevar por una emoción; un impulso estúpido en realidad. Creo que me envolví en un sueño, una utopía barata de meses: los que parecían maravillosos e inusuales a mi vida cotidiana. ¿Y qué es mi vida cotidiana? Tafil, cigarros, amigos, alcohol, libros, poesía y terrores nocturnos.

Cuanto le aterrorizaba a Corina la llegada de la noche, porque los recuerdos se le clavaban en la cabeza sin piedad. El dolor le era insoportable, y solo esperaba que apareciera el sol anunciando un nuevo día. Tan alentador y fatídico a la vez.

Oh, malditas lágrimas. Corina nunca pudo ser feliz. Ella se dedicó a sobrevivir. Quiere morir entre un puñado de letras. Volverse una galaxia: la más hermosa de todas. O tan solo aspira a volar, desaparecer en el horizonte. Al final, quizá solo acabe por ser una mota de polvo.

Estás encarcelada, odias tu prisión pero te aferras a ella. Suplicas salvación aun cuando te entierras con éxtasis en tu dolor. Oh, piano encantador, que me atrapas. Dominas mi mano derecha, le obligas a escribir sin detenerse. Piano, conquistas mi espíritu. Ahora solo eres tú mi amor.

¿Hasta cuando, Corina? Depresión, pastillas. Ojalá fueses protagonista de una de las historias que te empeñas en leer.

Corina se hartó de escribir, y llegué a ocupar su lugar. Tengo que sostener su mundo, evitarle las ansias de morir. Debo ahuyentar sus pesadillas, propinarle besos en la frente. Debo adivinar la amargura escondida detrás de sus sonrisas.
La he espiado, oh dios, cuanta alegría ensaya frente al espejo. Qué profundo desazón provoca verla agachar la mirada y suspirar. Sabe que necesita ser rescatada, pero no lo desea.
Mi Corina, te han decepcionado un sinfín de ocasiones. Debo permanecer cerca de ti, tan cerca. Recogeré los cigarros que olvidaste en el escritorio, desecharé aquel extraño polvo entre tus libros. Te recordaré quién eres. Lo prometo.

No soy una princesa, ahora me doy cuenta de lo que realmente soy: una muñeca vieja y rota; aquella que espera la llegada de una dulce niña que la ame con todo y sus cicatrices, su cabello enmarañado, y sus labrios agrietados formando una sonrisa vacía. Lleva a la muñeca muy lejos, pequeña. Llévatela para siempre.

Mi corazón hoy se apagó, no insistirá nunca más. Puedo crear mil metáforas torpes para transformar este agotamiento en un escrito más. ¿Cuántos le seguirán a este? ¿Cuántos más?

Nirvana, llega a mi alma. Te ruego que me separes de la incertidumbre. Desintoxicame de todo. Hazme olvidar.

Ahí está la cruel caja musical, el aroma desesperado del perfume, la colección de notas, la caligrafía inentendible, fotografías.

Su nombre aún es visible. ¡Entiérrame! ¿Qué fue lo último que pronunció su boca?

Cada vez escojo melodías que me destrozan más. Eterno repertorio de melancolías.

Angustia, devórame. Angustia, no me obsequies más esperanzas. Trágame, redúceme a nada. Aquí, ahora.
Sollozos, acaben su acto. No puedo acordarme de su rostro. No sé quién es Corina, lo juro.

Luces, guíenme a casa. Estrellas, háganme parte de ustedes. Abandono mi cuerpo.

Temo dejar de escribir esto, me horrorizan las voces de las paredes. He acariciado la locura, ellas gritan, aclaman mi atención.

¡Arranca el papel tapiz! ¡Allí siguen tus versos! ¡Arráncalo! ¡Desgárralo! ¡Allí está el ataúd, obsérvalo!

¡Ahí estás, Corina!