A veces ya ni siquiera puedo llorar, entonces mis amigos secretos llegan a mi habitación invitándome a colgarme del techo que observo, a lanzarme de un puente, a tomar una navaja y cortarme de más "sin querer".
Estoy cansada de explicar que estoy cansada y sentir que no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. No puedo sólo dejar de escuchar esas voces, ni de juzgar mi cuerpo, comparándome con tantos otros.
Al menos me hubieses dejado escoger otro trastorno; al menos uno que me permitiera ver de vez en cuando la luz del sol y sentir su calidez sin el miedo irracional de ser observada por alguien más.
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