sábado, 9 de julio de 2022

Cambios: Todo lo que perdí y todo lo que gané

Las personas le llaman “Giro de 180 grados”, y es verdad. El hecho de que mi mamá estuviera a punto de morir me mostró quiénes estaban conmigo de manera sincera y quiénes sólo para los momentos de risas y diversión. Fue cruel, pero necesario, y quizás también demasiado rápido. Tanto que me ha costado aceptarlo, y hay noches en las que me pregunto ¿cómo es posible? ¿Cómo he sido tan ciega?

Sin embargo también estoy agradecida, porque con todo este dolor y a pesar de él, pude discernir demasiadas cosas. En primer lugar, a mis veintisiete tuve que salir de mi burbuja de comodidad, de sentirme protegida en cierto sentido, de creer como toda persona ignorante que a mí o a mi familia no nos iba a pasar esto. Como si la vida te tuviera exento por alguna razón desconocida.

Se rompió la burbuja y me caí fuertemente, golpeándome cada extremidad, sangrando ahora de manera no provocada (ironías). Y tuve que ser yo la que hablara por primera vez, sola. La que peleara por los derechos de mi madre, la que la protegiera y no al revés. Y lo hice, dándome cuenta del gran amor que le tengo y que ella me tiene. Aunque por las noches terminara temblando y llorando en silencio mientras las enfermeras entraban cada tanto a monitorearla.

Perdí mucho, tristemente perdí el poco respeto que me quedaba hacia mi padre, perdí la sensación de que mi hermana mayor me iba a apoyar en un momento tan difícil. Perdí a los amigos que juraba me durarían para toda la vida. Los perdí a todos sin excepción, por culpa de nadie, es ley de vida, la gente cambia de rumbo, no todos transitamos la misma carretera.

Gané fuerzas, gané la segunda oportunidad de abrazar a mi mamá, gané la esperanza de que no estábamos tan solas: que su familia estaba allí para ella, sin importar personalidades, ni controversias pasadas. Gané darme cuenta de que sí la aman. Gané la valentía de conocer  otras personas, de valorar a las amigas que se quedaron conmigo hasta el final, preguntándome cada día cómo iba todo, y el perdón sincero de una de ellas a la que alejé por un tiempo atrás.

Finalmente gané algo que definitivamente no me esperaba, un amor que hizo una revolución en mi estómago, mis órganos, mi piel y mis huesos. Un amor que muchos años vi perdido, sabiendo sin engaños que no lo merecía. Pero qué carajo, claro que lo merecía, sólo era miedo, miedo al abandono, miedo al rechazo, miedo a mostrarme ante otra persona. Miedo a volver a enseñar mi lado de dulzura, de cariño, de mucho amor leal. Gané la felicidad de ser el mundo para alguien.

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