Julieta Capuleto.

Mi catorce de febrero en años anteriores, fue completamente anómalo. Mi catorce de febrero fue, en su momento, divertido e irreal. Estuve y no estuve sola, brillé en la oscuridad, fui feliz.
Te conocí, ¡Realmente pude conocer todo aquello que habitaba en tus pensamientos! Y nos consolamos mutuamente, por lo perdido, por lo vivido.
Mi catorce de febrero fue tan poco común, que fue maravilloso, daría cualquier cosa por palparlo otra vez. No me importaron las celebraciones, fue el momento que se convirtió en único. Platicamos por horas, fundiéndonos en consejos, sentimientos, y repito, soledad & compañía. Aquello fue mágico y a su vez extraño, no dejo de olvidarlo, casi puedo escuchar su voz diciéndome lo que en ese catorce envejecido me decía.
Lo conocía y no conocía, ese día me declaré oficialmente enamorada de él, casi profundamente. Lo acariciaba y no tocaba. Con palabras le hice sentir mi cariño, con palabras me manifestó lo mucho que le importaba, ¡Y es que el amor sólo eso nos había dejado a merced! Simples palabras que transformamos en fuego, besos, amor verdadero. Tan ilógico, tan diferente.
Mi catorce de febrero fue y no fue, lo tuve y al mismo tiempo mantuve mis manos vacías. No cambiaría ningún momento, ninguna frase, fue para mí el libreto perfecto. Sentí que ambos sufríamos y nos curábamos en medio de risas y bromas infantiles.
Mi catorce de febrero de este 2012 es llano, sumamente llano y doloroso. Y no por fantasías románticas a cargo de San Valentín, ni por las parejas superficiales, ni por los globos de corazón, ni los chocolates, ni las rosas, ni los poemas de amor baratos y sin contenido, nada de eso me importa, me vale una mierda. Sino por la reminiscencia…la reminiscencia de un viejo y moribundo catorce de febrero del pasado.