miércoles, 15 de febrero de 2012

Romeo Montesco.


Mis sentimientos de adolescente perturbado son tan cambiantes y rebeldes, que un día añoro una cosa y al otro día, lo desecho. ¡Ay de mí! Las horas tristes se alargan, por estar lejos de su persona.
Oh Cupido, que me has prestado tus alas a cambio de mi alma, déjame llegar hasta ella, mi amada, mi a partir de ahora única. Por ella encontré la estabilidad que mi corazón necesitaba. Desde la primera vez que la vi, todo lo demás a mi alrededor desapareció y lo único que divisaban mis ojos era su rostro, ella que estaba hundida hasta la cabeza en su hermosura.
¡Oh cualquier cosa surgida de la nada! ¡Oh amor pendenciero, odio amoroso! Acerca mis estrellas a ella y contágiame de su luz, de aquél resplandor que me cegó.
No dejes, luna mía, de recordarle cuanto yo la amo, a qué nivel peligroso la necesito. Que distante estoy de mí mismo cuando me privo de los labios de mi princesa, que irreconocible soy, sin más, dejo de existir cuando en mis brazos no está.
Si pudiera, cambiaría mi apellido. Si fuera palpable lo estrujaría, rompería y quemaría hasta convertirlo en cenizas, en nada. Para así ser un nombre libre, libre para estar con la razón de mi alegría, limpio. ¿Por qué tengo que cargar el terrible peso de una pelea del pasado de la que nada tuve relación? ¡Qué desafortunado y miserable puede llegar a ser el amor! ¡Ay de mí! Conviértanme en suspiro, o háganme parte de ella, para conservarme siempre en su interior.
Vil presagio de muerte prematura.
Con un beso muero.

1 comentario:

  1. Bellisimo, me encanto la sutilidad del escrito,
    el romantico efecto del amor consumiendo la nostalgia. Me gusto mucho este escrito.
    Saludos.

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