-¿Cómo
es que aún conservas ese papel? – le pregunté con verdadera sorpresa.
-Tenía
impregnada tu esencia, ¿cómo no lo iba a hacer? – sonrió mirándome a los ojos.
-Eres
un maldito hipócrita – desvié la vista – después de lo que hiciste vienes aquí
a hacerte al inocente que siempre me amó, cuando sabes bien que no fue así; a
la primera oportunidad me traicionaste descaradamente, ¿te acuerdas que ella
era una de mis mejores amigas, no?
-¿Cómo
esperabas que te explicara las cosas si ni siquiera me diste la oportunidad? Te
largaste sin tomar en cuenta mi versión. Joder, ni me reclamaste; simplemente
desapareciste – bufó.
-¿Tu
versión? – Reí con amargura – con lo que vi fue suficiente – Estabas muy cómodo
con Phany, justo después de que me entregué a ti – lloré – no sé cómo pudiste,
no sé cómo pude ser tan imbécil de creer que yo era la única.
-¡Eras
la única, lo sigues siendo! Mi vida se desmoronó cuando te fuiste, no tienes
idea del dolor por el que pasé y sigo pasando – estiró sus brazos hacia mí.
Flashback en versión de Ian
No existía duda, ella era el amor de
mi vida, no había nadie en este maldito mundo tan perfecto como ella lo era
para mí. Desde el momento que apareció en mi camino, todo se tornó hermoso;
nada me hacía falta cuando compartía mis días a su lado. De verdad la amaba
como jamás había amado a nadie. Sí, estuve con otras chicas, pero
sentimentalmente nunca me llenaban; incluso llegué a creer que el amor no era
para mí. Sin embargo esa chica hermosa de ojos profundos y cafés, me demostró
lo contrario. Podía decir que mi princesa había nacido con el único propósito
de rescatarme.
Pero no todo podía ser tan perfecto,
de ser así probablemente no se le llamaría realidad. Mi novia tenía unas amigas
que adoraba con el alma, llamadas: Ángela, Cecilia y Phany. Esta última era una
completa zorra, lamento expresarme así pero no existe otro modo de llamarla;
probablemente en otras circunstancias hubiera cedido a sus proposiciones
sexuales, pero carajo: era una de las mejores amigas de mi novia, una novia a
la cual amaba de verdad y sobretodo respetaba. Una novia a la cual le conocía
perfectamente su fragilidad, que jamás sería capaz de lastimar.
La primera vez que Phany se me ofreció
fue en una de las tantas reuniones que organizábamos entre los amigos. Mi novia
estaba ocupada con su perro faldero, es decir, con Eduardo Torres (del cual
preferiría ahorrarme comentarios). Como decía, Phany se acercó a mí y comenzó a
llenarme la cabeza de estupideces; me estaba muriendo de celos y me encontraba
decidido a romperle la cara a Eduardo. Entonces Phany enredó sus brazos a mi cuello
y me pidió que habláramos en un lugar más privado.
-¿Y dejar a ese idiota con mi novia?
No gracias – me limité a decirle dirigiéndome hacia mi novia.
-No seas tonto – sonrió coqueta
mientras me jalaba hacia ella – ven conmigo, no tomará mucho tiempo – rió y me
estrujé los sesos tratando de saber qué era lo que le causaba tanta gracia.
Nos dirigimos hacia la cocina en donde
el ruido de la música y las risas era mucho menor, me encontraba distraído
imaginándome lo peor entre Eduardo y la chica que amaba. No pude reaccionar a
tiempo cuando Phany me empujó contra la mesa, comenzando a besarme el cuello
con desesperación, desabotonó mi camisa y después colocó mis manos sobre su
cintura.
-¿Estás loca? – Intenté zafarla de mí
– Esto no está… ¡Phany por Dios! – Grité dejándome llevar por aquellas caricias
que me estaba propinando. Fui débil. Pero cuando las cosas iban a llegar lejos,
la imagen de mi novia apareció en mi cabeza y arrojé a Phany lo más posible de
mí.
-No puedo creer que le hagas esto a tu
mejor amiga – La miré con decepción tratando de hallar un rastro de
culpabilidad en su cara excitada.
-Ay – puso los ojos en blanco –
estabas a punto de hacerlo conmigo en plena cocina, y yo soy la villana – rió
con saña – Vamos Ian, no tiene por qué enterarse – se acercó de nuevo a mí.
-Ella se va a enterar – la amenacé
dando media vuelta.
-Le digo que tú me coqueteaste y fin
de la historia – se acercó acariciando mi miembro sobre el pantalón haciéndome
sentir un escalofrío – esa estúpida primero me cree a mí que a ti.
Phany conocía a mi novia prácticamente
desde que eran unas niñas, probablemente tenía razón. No quería ni imaginar
cómo reaccionaría cuando se enterara equivocadamente que yo “acosaba a su
querida y gran amiga Phany”. Un segundo escalofrío hizo acto de presencia.
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